No hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. Romanos 10:12-13
Dios nuestro Salvador… quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 1 Timoteo 2:4
-Lea Lucas 7:1-10
El poder de Jesús fue manifestado claramente, a través de numerosas curaciones entre los judíos de su época. Pero éstos no sabían que el Señor también iba, estaba dispuesto, a ayudar a un extranjero, a un romano o a un esclavo. Para ellos era completamente atípico que el amor de Dios pudiese sobrepasar los límites de Israel. Pero Jesús se dirigió a la casa del centurión, sanó a su siervo y declaró delante de todos, que apreciaba mucho la fe de ese militar.
Jesús vino a traer un mensaje de liberación al mundo entero. No sería el gran “Salvador” si se hubiese presentado para salvar solo a una determinada categoría de personas. Él es “nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). Incluso hoy pueden ser salvos todos los que reciban la oferta gratuita de la salvación por la fe en Jesucristo. La salvación es para todos: cultos o incultos, ricos o pobres, morenos o blancos. El nombre de Jesús y su obra son suficientes para salvar a toda persona que crea en Él.
El apóstol Pablo, hablando como judío, dijo: “¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera”. Y explicó que todos los hombres, sin excepción, están bajo el dominio del pecado, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:9, 23). Pero concluyó diciendo que todos los que creen, sólo ellos, son perdonados, hechos justos gratuitamente por la gracia de Dios (verso 24).
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