viernes, 24 de abril de 2015

Déjate amar

La observación es importante; ¿soy muy observador? Pues la verdad es que no sé hasta qué punto. Reflexiono, hay veces en que una sola frase me resuena el día entero, es como si me la hubiesen dicho a mí, y bueno, la asumo como si así hubiese sido.
Recientemente tuve la oportunidad de asistir a una conferencia que hablaba sobre la manera de amar que tienen los niños, desde el nacimiento hasta los 13 años aproximadamente. Enfatizaba lo importante que son los primeros años de vida en el desarrollo integral del niño o niña, y cómo las primeras experiencias van definiendo o perfilando su vida, incluso la manera en que aman de adultos. Esto último me pareció extremadamente importante, ya que cuando nos encontramos, siendo ya adultos, con otra persona, hay muchas cosas de su vida que desconocemos; aún más, cuando nos involucramos sentimentalmente con alguien, no sabemos cómo ha sido su o sus primeras experiencias de amar, lo que podría ayudarnos a comprender el por qué hace o no, una determinada acción o sigue una conducta.

Dentro de todo lo que escuché en la conferencia, me quedo con una idea principal que armé entre varias frases que señaló la expositora: “Para poder amar hay que reconocer que se está enamorado, dejarse amar por el otro, en fin,… dejarse enamorar”. Vamos a profundizar en la fuerza de esta declaración.
Por una parte la palabra "reconocer" ya lleva implícita valor y coraje. Se dice que reconocer algo es parte de un proceso de reflexión interna que más de un dolor de cabeza puede provocar, pero reconocer que se está enamorado, va aún más lejos. Cuando se reconoce algo se hace visible, y al hacerse visible se asume como real. Por lo tanto, si reconozco la realidad me hago responsable, y si necesitase cambiar algo de ella,... pues lo haría. En consecuencia, si estoy enamorado asumo esa responsabilidad, un compromiso, y esta visión, novedosa, implica trabajo duro.
Por otra parte, cuando la conferenciante decía que hay que “dejarse amar por el otro y dejarse estar enamorado”, significaba los “permisos” que yo me doy. Muchas veces somos nosotros mismos los que nos atrapamos por estigmas, nos encerramos en reglas, y coartamos nuestra libertad poniéndonos requisitos que nadie nos pide ni exige. Muchas veces somos nuestros propios verdugos. Es curioso, somos capaces de perdonar en otros grandes “faltas”, pero ese perdón pareciera no ser extensible para nosotros mismos.
Dejarse amar por otro es uno de los pasos que hay que dar para llegar hasta Jesús. Él sí que sabe de amor, amor que lo expresó amándonos. Y para que podamos experimentar ese genuino e incondicional amor, tenemos que dejar amarnos por Él. Su amor no será un amor que ahogue, sino que nos traerá libertad; no será un amor que quiera todo de nosotros, sino que dará todo de sí para que nos sintamos completos… 
Pero para poder experimentar cualquier tipo de amor debemos dejarnos amar por las personas que nos rodean. Si yo soy un desagradecido que se muestra arisco cada vez que alguien quiere acercarse a mí, no podré recibir el amor que otros me quieran entregar, y si me es difícil recibir el amor de otros que puedo ver, tocar, sentir y oler... ¿cómo voy a hacer para recibir el amor de alguien que no puedo ver, ni tocar, ni sentir, ni oler?

El inicio de una relación con Jesús es igual a una relación con la gente. No seas arisco, abre tu corazón y permítete recibir el amor de quienes te rodean. Solo así podrás aprender a recibir y disfrutar el amor incondicional que encontramos en Cristo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario