viernes, 10 de abril de 2015

Inmerecedor

Una persona se hace merecedora de una posesión, condición o posición, cuando invierte tiempo y esfuerzo para obtenerla. Por ejemplo, si tú estudias mucho y te esfuerzas mereces pasar de curso, o si te preparas debidamente para una competencia, mereces ganarla.
En la biblia encontramos a dos personas: la mujer adúltera (Juan 8:3-11) y al hijo pródigo (Lucas 15:11-32), que pecaron y merecían pagar por sus actos, pero Dios en su infinita misericordia, los perdonó porque ambos se humillaron y se arrepintieron de lo que habían hecho.
¿Y qué te parece el comportamiento que la mayoría de los hijos tienen con sus padres? A pesar de ser malcriados, desobedientes, rebeldes, indiferentes e ingratos, los padres no dejan de amarlos ni de preocuparse por lo que les pasa. ¿Por qué?, muy simple, porque los aman. Esa clase de amor incondicional es el ejemplo que les fue dado por Dios, porque: “Amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Juan 3:16 (Nueva Traducción Viviente)
Jesús dio su vida por cada uno de nosotros, no merecía hacer ese sacrificio porque no pecó en ningún momento, pero decidió llevar sobre Él, el peso de todas nuestras iniquidades y rebeliones porque nos ama. Fue por su gracia como obtuvimos la salvación, como un regalo inmerecido.
Pero él fue herido por nuestras rebeliones, fue golpeado por nuestras maldades; él sufrió en nuestro lugar, y gracias a sus heridas recibimos la paz y fuimos sanados. Todos andábamos perdidos, como suelen andar las ovejas. Cada uno hacía lo que bien le parecía; pero Dios hizo recaer en su fiel servidor el castigo que nosotros merecíamos. Isaías 53:5-6 (TLA)
Si por alguna razón te apartaste de Dios, o lo has mantenido distante de tu vida, todavía tienes la oportunidad de restaurar tu relación con Él y aceptar a Jesús como tu Salvador. No necesitas nada más que reconocer que pecaste, arrepentirte verdaderamente, pedirle perdón por todo lo que cometiste y rendirle por completo tu ser.
A pesar de sentirte inmerecedor de su amor porque Él ocupó tu lugar, ten presente que no hay nada bueno que puedas hacer para que Dios te ame más, ni nada malo para que deje de amarte.
No hay ni habrá nadie, que te ame de esa manera, por eso no dejes ni un solo día de agradecerle a Jesús por el sacrifico que hizo por ti en la cruz.

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