Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Lucas 10:27
¿Quién… fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?… El que usó de misericordia con él. Lucas 10:36-37
¿Quién… fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?… El que usó de misericordia con él. Lucas 10:36-37
Un hombre que conocía bien la ley de Moisés, preguntó a Jesús: “¿Quién es mi prójimo?” (Lucas 10:29). Sabía que debía amar a su prójimo como a sí mismo, pero parece que quería ignorar quién es ese prójimo. Entonces Jesús le explicó, mediante la parábola del buen samaritano, que aquel que merece y espera ese amor es Él mismo, es decir, el Hijo de Dios, quien bajó a la tierra para salvar a los hombres en peligro de muerte.
A veces pensamos que la palabra "prójimo" señala a los que tienen alguna necesidad o están pasando por dificultades. De hecho, la filantropía, las obras humanitarias y todo lo que se hace para tratar de disminuir la miseria en la tierra, son obras muy nobles, y la Biblia nos anima a hacerlas. Pero Dios quiere que nos centremos en Jesús quien, ante todo, merece nuestra confianza y amor., y tenemos muchas razones para amarlo; primero se acercó a nosotros viniendo a la tierra a nuestro encuentro. Él quiso ser nuestro prójimo. Luego, su inmenso amor lo condujo a morir en la cruz, “para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Todos los que conocen este amor divino pueden declarar agradecidos: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19). Por lo que pueden seguir su ejemplo y ayudar, escuchar y servir a quienes están a su alrededor. Cristianos, ¡qué hermosa perspectiva! Esforcémonos en cumplirla con devoción para la gloria de nuestro Salvador.
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