viernes, 3 de abril de 2015

Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento. Eclesiastés 12:1.
La palabra… es mi consuelo en mi aflicción, porque tu dicho me ha vivificado. Salmo 119:49-50.
En Europa central hay hámsteres (roedores) que aún viven en estado salvaje. Durante el otoño, este animal acumula en su madriguera toda clase de vegetales y granos. Cava una cámara para almacenar en ella sus provisiones para el invierno a fin de sobrevivir.
Como ese pequeño animal, ¿hacemos provisiones leyendo la Palabra de Dios? El tiempo a dedicar a leerla, y la memoria, más viva en la juventud, nos son dados por Dios. ¡Aprovechémoslos para conocer más a Aquel a quien esta Palabra nos presenta, Jesucristo! Él vino para buscar y salvar a los perdidos a fin de darles la vida eterna, y luego acompañar a todos los creyentes en esa maravillosa perspectiva. “Escudriñad las Escrituras… ellas son las que dan testimonio de mí”, dijo Jesús (Juan 5:39).
Los extractos de esta Palabra divina aprendidos en la juventud, son reservas que el Señor utilizará para despertar nuestra conciencia, guiarnos en el momento de tomar elecciones, fortalecer nuestra fe, alentarnos en las dificultades, protegernos y advertirnos si fuera necesario…
“Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón” (Jeremías 15:16). La Palabra de Dios no sólo ocupará nuestra memoria, sino que será la fuente del bien en nuestra vida, día tras día.

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