domingo, 29 de marzo de 2015

¿Qué dice el sacramento católico de la Sagrada Eucaristía?

Para los católicos, la Sagrada Eucaristía, dentro de la Misa Católica, es considerada la más alta e importante forma de oración. De hecho, atender a la Misa es una obligación, bajo pena de pecado mortal, cada domingo y en otros ciertos días santos obligatorios. La Misa está dividida en dos secciones, la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. La Liturgia de la Palabra consiste en dos lecturas (una del Antiguo y otra del Nuevo Testamento), el Salmo Responsorio, la lectura del Evangelio, la homilía (o sermón), e intercesiones generales (también llamadas peticiones).

El centro de la Misa está en su segunda parte, la Liturgia de la Sagrada Eucaristía. Durante este tiempo, los católicos comparten el cuerpo y la sangre de Jesús en la forma del pan y el vino distribuido a la congregación. De acuerdo con la Biblia, esto se hace en memoria de Cristo (1 Corintios 11:23-25Lucas 22:18-20 Mateo 26:26.28). Sin embargo, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, “La Eucaristía es un sacrificio porque representa el sacrificio de la cruz, porque es su memorial y porque aplica su fruto.” 

El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Sagrada Eucaristía son un solo sacrificio: “La víctima es una y la misma; ella misma ahora se ofrece a través del ministerio de los sacerdotes, entonces se ofrece a sí mismo en la cruz; solo la manera de ofrecerse es diferente.” “ Y puesto que en este sacrificio divino que es celebrado en la Misa, el mismo Cristo, quien se ofreció a sí mismo una vez de manera sangrienta en el altar de la cruz, es contenido y ofrecido en una manera incruenta... este sacrificio es verdaderamente propiciatorio.”


Pero ya en el libro de Malaquías, el profeta predice la eliminación del antiguo sistema de sacrificio y la institución de uno nuevo: “...Yo no tengo complacencia en vosotros, dice Jehová de los ejércitos, ni de vuestra mano aceptaré ofrenda. Porque desde donde el sol nace hasta donde se pone, es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las naciones, dice Jehová de los ejércitos.” (Malaquías 1:10-11). Esto significa que Dios será un día glorificado entre los gentiles, quienes harán ofrendas puras a Él en todos los lugares. Los católicos ven esto como la Eucaristía. Sin embargo, el apóstol Pablo muestra un enfoque diferente de ello: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Romanos 12:1). Para el catolicismo la Eucaristía solo puede ser ofrecida en lugares especiales: en las iglesias consagradas y bendecidas de acuerdo a la Ley Canónica Católica. Pero la idea de ofrecer nuestros cuerpos como sacrificios vivos encaja perfectamente con el lenguaje de la profecía, la cual dice que los sacrificios serán ofrecidos “en todo lugar”.


La Iglesia Católica Romana dice que el pan y el vino de la Sagrada Eucaristía se convierten en el mismo cuerpo y sangre de Jesús (transustanciación). Trata de respaldar su doctrina con pasajes como Juan 6:32-58Mateo 26:26Lucas 22:17-23; y 1 Corintios 11:24-25. En el año 1551 d.C., el Concilio de Trento declaró oficialmente que: “Por la consagración del pan y el vino; se realiza un cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del cuerpo de Cristo nuestro Señor y toda la sustancia del vino en la sustancia de su sangre. A este cambio la Iglesia Católica le ha puesto y llamado propiamente "la transustanciación”. Al compartir la cena Eucarística, la Iglesia enseña que los católicos están cumpliendo lo dicho en Juan 6:53: “De cierto, de cierto os digo; Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” ¡Al pie de la letra!, pero no es así.


¿Qué significa realmente? Jesús prosigue diciendo que “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.” (Juan 6:63-64). Así que, si “la carne para nada aprovecha”, ¿por qué debemos comer la carne de Jesús para tener vida eterna? No tiene sentido, hasta que Jesús nos dice que las palabras que Él habla son “espíritu y vida”. Jesús está diciendo que esta no es una enseñanza literal, sino espiritual. El lenguaje se ajusta perfectamente con la mencionada declaración del apóstol Pablo: “..que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” (Romanos 12:1)
Según la creencia judía, el pan era comparado con la Thora, y el “comerlo” significaba leer y entender los pactos de Dios (Deuteronomio 8:3) Por ejemplo, el libro apócrifo de Sira dice: “Aquel que coma de mí aún estará hambriento, el que beba de mí quedará sediento por más, aquel que me obedezca no será avergonzado, aquel que me sirva nunca caerá. Todo esto es verdad según el libro del pacto del Altísimo, la ley, la cual Moisés nos ordenó como una herencia para la comunidad de Jacob” (Sira 24:20-22) Pero absolutamente todo lo aquí citado del libro de Sira no es avalado como Escritura; solo sirve para ilustrar cómo pensaba la gente judía respecto a la Ley Mosaica. Es importante entender la comparación del pan con la Thora para apreciar el verdadero punto de Jesús.

En Juan 6, Jesús le está diciendo a la multitud que Él es superior a la Thora (Juan 6:49-51), y el sistema entero de la Ley Mosaica. En el pasaje de Sira, se establece que aquellos que coman de la Ley estarán “aún hambrientos” y “sedientos por más”, lenguaje que es reflejado por Jesús cuando Él dice “Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” (Juan 6:35). Jesús no le está ordenando a la gente comer literalmente Su carne y beber Su sangre, Él está diciéndoles cuál es el corazón de toda la doctrina cristiana; creer en Jesús mismo “... Esta es la obra de Dios, que creáis en el que Él ha enviado”, (Juan 6:29). Por lo tanto, la interpretación católica de Juan 6 no es bíblica.

Segundo, hay una muy clara analogía en Juan 6 a los días de Moisés y la comida del maná. En los días de Moisés, el maná era dado como provisión de Dios para alimento de los israelitas, mientras peregrinaban por el desierto. En Juan 6, sin embargo, Jesús clama ser el verdadero maná, el pan del cielo. Con esta declaración, Jesús clama ser la completa provisión de Dios para la salvación. El maná era la provisión de Dios para librar de la inanición. Y Jesús es la provisión de Dios para librar de la condenación. Así como el maná debía ser consumido para preservar la vida de los israelitas, así Jesús debía ser consumido (totalmente recibido por fe) para que la salvación pudiera ser recibida.

Es muy evidente el hecho de que Jesús se refería a Sí mismo como el Pan de Vida, y animaba a Sus seguidores a comer Su carne en Juan 6. Pero no debemos concluir que Jesús estaba enseñando lo que los católicos han referido como transustanciación. La Cena del Señor / Comunión Cristiana / Sagrada Eucaristía aún no había sido instituida. Jesús no instituyó la Sagrada Eucaristía / Misa / la Cena del Señor hasta el capítulo 13 de Juan. Por lo tanto, el interpretar la Cena del Señor en Juan 6 está injustificado. Como se sugiere arriba, es mejor entender este pasaje a la luz de venir a Jesús, en fe, para salvación. Cuando lo recibimos como Salvador, poniendo toda nuestra confianza en Él, estamos “consumiendo Su carne” y “bebiendo Su sangre”- Su cuerpo fue partido (en Su muerte) y Su sangre fue derramada para proveer nuestra salvación.1 Corintios 11:26, “Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que Él venga.”

Ya sea que la definición católica de la Sagrada Eucaristía sea una “Perpetuación
 del sacrificio” de Cristo, como una “re-ofrenda” del sacrificio de Cristo, es un concepto anti-bíblico. Cristo no necesita ser re-sacrificado. El sacrificio de Cristo no necesita ser re-ofrecido. Hebreos 7:27 declara, “que (Jesús) no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo UNA VEZ para siempre, ofreciéndose a sí mismo.” De forma similar, 1 Pedro 3:28 dice, “Porque también Cristo padeció UNA SOLA VEZ por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios....” La muerte de Cristo una sola vez en la cruz, fue suficiente para expiar todos nuestros pecados (1 Juan 2:2). Por lo tanto, el sacrificio de Cristo no necesita ser ofrecido de nuevo. En lugar de eso, el sacrificio de Cristo debe ser recibido por fe (Juan 1:12;3:16). Comer la carne de Cristo y beber Su sangre son símbolos del total recibimiento de Su sacrificio a nuestro favor, por gracia a través de la fe.


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