jueves, 26 de marzo de 2015

¿Puede un Cristiano Jugar a la Lotería?

Empero grande ganancia es la piedad con contentamiento. Porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y con qué cubrirnos, seamos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse, caen en tentación y lazo, y en muchas codicias locas y dañosas, que hunden a los hombres en perdición y muerte. Porque el amor del dinero es la raíz de todos los males: el cual codiciando algunos, se descaminaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores. Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre. Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna, a la cual asimismo eres llamado, habiendo hecho buena profesión delante de muchos testigos. 1 Timoteo 6:6-12
Desde que tengo memoria he oído a cristianos que se hacían esta pregunta. Verdaderamente, es fuerte la tentación de jugar un numerito en una lotería que, por una cantidad mínima de dinero, promete hacernos millonarios de la noche a la mañana. Se nos hace la boca agua ante la posibilidad de esta instantánea oportunidad y así, salir de nuestra escasez, dificultades, miserias y necesidades, y poder tener todo lo que deseamos si somos los afortunados.
Pero la Biblia dice claramente que “el principio de todos los males es el amor al dinero”. Cuando el creyente se deja arrastrar por el amor al dinero, pierde o ha perdido de vista el objetivo principal para el cual Dios le ha llamado.
El cristiano debe de estar contento y agradecido con lo que Dios le ofrece. Jesucristo mismo, en el Sermón del Monte, nos dijo que no estuviéramos afanados por nada, por lo que hemos de vestir o comer, pues si buscamos primero el reino de Dios y su Justicia, Él nos suplirá todas esas cosas por añadidura. La Biblia no nos dice taxativamente “No jugarás a los juegos de azar”, pero en cuanto a las loterías y los juegos podemos ver claramente, que jugar a ellos va en contra del principio y deseo de Dios para el hombre, porque crea un sentido de ambición en la persona que, a medida que pasa el tiempo y con él, la repetición del hecho, se puede llegar a convertir en un estorbo para su vida espiritual.
¿Se puede participar sin que se convierta en vicio? El problema es que, al igual que el alcohol y las drogas, los juegos de lotería tienen el poder de enviciar y atar a las personas. Jugar a la lotería crea un falso sentido de esperanza que hace pensar, al que juega, que el día de su suerte está cada vez más cerca, lo que hace que se gaste, cada vez más, una suma mayor. Y aunque no se gaste más dinero, se puede crear una continua ansiedad al pensar en la posibilidad de ser el ganador.
Diversos estudios han demostrado que los que más gastan en loterías son los que menos tienen, las personas de bajos ingresos. Hay quienes gastan gran parte de su salario en los juegos. De la manera en que la lotería funciona, al jugar, usted está respaldando el juego, y contribuye a que la cantidad en la bolsa (premio) aumente. El dinero que el ganador se lleva es dinero que ha salido de las ganancias de algún/os hogar/res pobre/es, donde quizá algunos niños han dejado de tomar su leche o comer sus alimentos, porque sus padres se han jugado el sostén de su familia.
Dios nos dice claramente en su Palabra que Él suplirá “cada día” nuestras necesidades “según sus riquezas en gloria”, y que “con el sudor de nuestra frente” y por nuestro trabajo, obtendremos lo que nos hace falta. Dios bendice el fruto de nuestro trabajo y nuestra total dependencia de su bondad, pero las loterías destruyen el plan de Dios en cuanto el sostén y crecimiento espiritual del hombre.
Por último, debemos ver la oración del Padre nuestro como dice “el pan nuestro de cada día dánoslo hoy”. Dios desea una relación diaria con su pueblo, y la dependencia de Dios para que supla nuestras necesidades diarias, nos ayuda en nuestro crecimiento espiritual de manera que afirma y fortalece nuestra fe. Los Cristianos debemos reconocer la mano de Dios obrando en nuestras vidas y debemos agradecerle diariamente. También debemos recordar que aunque es cierto que han existido personas muy ricas, también han sido muy piadosas y temerosas de Dios, como lo fue Abraham, el padre de la fe. Una cosa es que Dios bendiga el fruto de nuestras manos y nos enriquezca, y otra tratar de hacernos ricos “jugando” con el dinero que hemos ganado con el sudor de nuestra frente para el sostén de nuestra familia.

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