Dios tuvo un propósito al dejar que el mal entrara en el mundo. Aquel árbol era un laboratorio de prueba.
Cuando los cristianos tratan de explicar cómo y cuándo entró el mal en el mundo, la mayoría de las veces señalan a la tentación de la serpiente. Pero hay que remontarse un poco más atrás, cuando Dios plantó el árbol de la ciencia del bien y del mal. Al dar a Adán y Eva una opción entre la obediencia y la rebeldía, el Señor permitió, porque lógicamente lo sabía, que el mal entrara a su creación perfecta.
Pero el Señor da dos garantías en cuanto al mal. Primero, su propósito no es que pequemos (Santiago 1.13). Él desea que vivamos con rectitud para que el mal no pueda ocupar lugar en nuestros corazones. Segundo, cuando somos tocados por el mal, Él hará que la experiencia sea para nuestro bien (Romanos 8.28).
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Génesis 2:15-17 (Reina-Valera 1960)
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