jueves, 26 de marzo de 2015

En el museo de la fe: Mártires

En algunos, su fe estaba tan fuertemente arraigada que prefirieron morir antes que darle la espalda.
Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad.
Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados.
El mundo no merecía gente así. Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas. Hebreos 11:35-38.

Vivir por fe es una declaración de lealtad hacia Dios que inevitablemente, significará oposición por parte de los que están comprometidos con el sistema caído en el que vivimos. Jesús advirtió a los Doce: "Si el mundo los odia, recuerden que a mí me odió primero. Si pertenecieran al mundo, el mundo los amaría como a uno de los suyos, pero ustedes ya no forman parte del mundo. Yo los elegí para que salieran del mundo, por eso el mundo los odia. ¿Recuerdan lo que les dije? “El esclavo no es superior a su amo”. Ya que me persiguieron a mí, también a ustedes los perseguirán (Juan 15.18-20 - NTV). 
El museo de la fe contiene una lista de quienes sufrieron persecución a causa de su compromiso con el Señor. En realidad, todos los héroes y heroínas sufrieron en mayor o menor grado. Algunos incluso, acabaron pagando con su vida el testimonio de fidelidad que habían asumido.
El autor de los versos escoge enumerar solamente, algunas de las consecuencias: muertos a golpes, apedreados, aserrados por la mitad o asesinados a filo de espada. Otros, sin perder la vida, fueron objetos de burla, y padecieron azotes, cadenas y cárceles. Y otros muchos, anduvieron errantes de aquí para allá, pasando necesidad y siendo maltratados.

En la Iglesia se ha intentado disimular el precio que tiene seguir a Cristo.
Esta es la parte del compromiso con Dios que en la Iglesia nos hemos esforzado por esconder. En el afán de atraer personas al camino de la gracia, resaltamos los beneficios y escondemos el sufrimiento que despierta seguir a Jesús. Nuestra estrategia, lamentablemente, no ha producido gran crecimiento. Al contrario, cuando la gente comienza a sufrir por causa del Evangelio, se resienten porque tienen la sensación de que alguien les hizo trampa, de que les "vendieron un cuento."

Es triste, pero debemos admitir que están en lo correcto. La manera en que les compartimos las Buenas Nuevas fue deshonesto. Cuando comparamos nuestro estilo con el de Jesús notamos que Él continuamente, advertía a las multitudes que lo seguían que ser discípulo tenía un precio. Cada vez que lo hacía, algunos decidían que no estaban dispuestos a pagar ese precio y lo abandonaban. Nadie, de los que quedaban, pudo argumentar que entró al Reino engañado, porque Jesús fue muy claro a la hora de exponer el coste de ser amigo de Cristo. Su llamado giraba entorno de una cruda imagen: tomar la cruz con la disposición de morir por Él.

Pero el autor de Hebreos no mira a estos héroes como perdedores. Al contrario, declara que el mundo no merecía gente así. Eran demasiado buenos para un sistema tan perverso.

La afirmación es un reflejo no solo de la grandeza espiritual de ellos, sino también de la forma en que Dios los mira. En su estadía en la tierra pudieron haber sido atribulados, pero su recompensa será proporcional al nivel de fidelidad con que vivieron. Todos ellos consideraron que era un verdadero privilegio sufrir para tener participación en el cumplimiento pleno de las promesas de Dios.  

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