domingo, 1 de marzo de 2015

Luz en mi Jardin

Marta le había pedido a Juan durante un año, que le preparara tierra para un jardín. Finalmente, él accedió. Prepararon juntos la tierra mezclándola con los mejores fertilizantes y aditivos para su terreno.
A Marta no le gustaban las flores y plantas que había en el vivero de la zona, por lo que le pidió a su esposo que la dejase encargar por catálogo algunas variedades únicas. Eligió entusiasmada cada una, casi todas las plantas muy caras. 
Va a ser el jardín más bonito de todo el barrio, pensó. Nadie podrá igualar estas bellezas.
reflexiones-luz-en-mi-jardinLas delicadas plantas llegaron por correo y Marta empezó a trabajar inmediatamente. Plantó y regó, puso fertilizante, observó y esperó. Pero no pasaba nada. Una a una, las hojas se fueron poniendo amarillas y se caían.
Al terminar la primavera, no le quedaba ni una sola planta. Todas se habían marchitado y muerto.
Entonces Marta le escribió una carta al vivero que le había enviado las plantas por correo, exigiendo que le devolvieran el dinero.
Dos semanas después, recibió la respuesta.
“Señora, su carta indica que usted plantó las flores en una zona de sombra y les dio los mejores nutrientes disponibles, pero sus plantas no crecieron porque las plantó en un lugar equivocado. Usted mandó pedir plantas que necesitan recibir sol directamente. Aunque se esmeró en preparar el terreno, estas plantas, sin excepción alguna, mueren si no les da el sol. La próxima vez, por favor, instrúyase antes de encargar las flores para plantar en su jardín.”
Así es nuestra vida. Podemos invertir muchas horas y dinero en embellecernos, pero si no recibimos al Hijo nos vamos a marchitar y, finalmente, moriremos. Ningún “aditivo”, por caro que sea, podrá ocupar el lugar de la luz del Hijo en nuestra alma.
2 Pedro 3:18
Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

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