domingo, 1 de marzo de 2015

De las tinieblas a la Luz

No sea hallado en ti… ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. Porque es abominación para con el Señor cualquiera que hace estas cosas. Deuteronomio 18:10-12
Inline image 1Viví 19 años en las tinieblas del mundo. A mi madre y a mi abuela que creían, a su modo, en Dios, les gustaba mucho todo lo que tenía que ver con lo sobrenatural, y consultaban a curanderos para tratar diversos problemas de salud. Yo también creía en Dios, pero, lamentablemente, empecé a servir al diablo porque me interesé por la predicción del futuro. Mi preocupación de cada mañana era leer el horóscopo. Luego utilicé un péndulo. Al ver lo que el ocultismo producía, y creyendo que hacía bien porque me imaginaba que eso venía de Dios, empecé a echar las cartas, pretendiendo adivinar cosas ocultas. De repente, un extraño fenómeno apareció en mi vida cuando tenía 14 ó 15 años. Tenía sueños premonitorios que se hacían realidad. Cuanta más importancia les daba, más avanzaba en ese mundo misterioso que me atraía a él. Me había convertido en una profetisa del mal. No dormía, siempre estaba estresada y angustiada…
Pero el Señor, en su infinita bondad y misericordia, vino a buscarme. Los padres de mi mejor amiga me explicaron el amor del Señor y el peligro que corría al practicar el ocultismo. Eso dio un vuelco a mi vida, y tomé conciencia del peso de mis pecados. Me sentía encadenada y muy mal conmigo misma.
Había llegado el momento de confesar mis pecados, y estaba convencida de que solo Dios podía perdonarme. ¡Y lo hizo! Al abrir mi corazón a Jesús sentí paz y gozo. Dios me liberó de todo mi pasado. Fue entonces, cuando hallé el camino, la verdad y la vida en Jesucristo.

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