Existen millones de creyentes en todo el mundo que nunca han conocido Su amor, que nunca han creído que Dios realmente los ama; dicen: “Sé que Él murió por mí, yo lo amo, pero hay algunos pecados de mi vida pasada de los que no me puedo librar, algunos errores que me dan la sensación de que Él no se complace en mí.”
Realmente, puedes estar en el ministerio, ser fiel, amar al Señor, ser santo, justo y todavía no creer en el amor que Dios tiene para ti.
¿Por qué gritas a causa de tu quebrantamiento? Incurable es tu dolor, porque por la grandeza de tu iniquidad y por tus muchos pecados te he hecho esto. Jeremías 30:15
Estás sufriendo porque le fallaste al Señor y en este caso, dices “he caído muy bajo”. En ésta ocasión, tú, que formas parte del pueblo de Dios, estás afrontando las consecuencias de tus acciones, por lo que debes tener presente dos puntos: Si Él es un verdadero padre te va corregir y disciplinar por amor; te va doler, sin embargo Él desea restaurarte.
Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Aún te edificaré, y serás edificada, ¡oh! virgen de Israel; todavía serás adornada con tus panderos, y saldrás en alegres danzas. Aún plantarás viñas en los montes de Samaria; plantarán los que plantan, y disfrutarán de ellas. Jeremías 31:3-5
Dios te habla y te dice que te ama y que aún te va a edificar, que todavía te usará, que aún puedes dar buenos frutos. Solamente debes comprender la magnitud del amor de tu Padre, que te ama y desea hacer grandes cosas contigo. Mientras no estés seguro de este amor, no tendrás alegría, ni paz, y tampoco victoria; no podrás entender quién eres en Cristo ni el gozo de su resurrección, porque no comprendes lo que hizo por ti.
Cuando un drogadicto se salva, viene a la iglesia muy feliz y se siente tan amado que es agradable verlo adorar. En lugar de venir así, muchos se apartan del camino porque se niegan a regresar al amor del Padre y llevan una carga de pecado que no quieren soltar, no pueden aceptar que Dios es amor y perdón. Siguen intentando hacer las paces con Él, pero no conciben que son amados y perdonados.
El caso es que, Si Dios nos pide que perdonemos a nuestros hermanos y hermanas, cuánto más Él está dispuesto a perdonarnos. Es cuestión de “creer” en lo que Dios dijo. Aquellas personas que han aceptado el amor de Dios, aunque sus heridas hayan parecido incurables, hoy están sanas, y Dios sigue obrando grandemente en sus vidas porque permiten que el Espíritu Santo las redima de nuevo.
No importa la gravedad de tu pecado. ¿Recuerdas lo que hacías para Dios y cómo lo servías? Si estás ahora lejos del Padre no digas que no puedes volver, porque sí lo puedes hacer ¡Ese fue el propósito de la cruz, puedes volver a tu Padre en cualquier momento; levantarte y correr a sus brazos! Además, la mayor arma contra la tentación y el pecado es conocer y caminar en el amor de Dios.
¡Somos amados y perdonados!
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