En 2 Tesalonicenses 3:5, Pablo ora por sus lectores para que se den cuenta de que Dios deseaba labrar en ellos varios rasgos del carácter importantes. Una de esas cualidades es la paciencia. La paciencia no solo es la capacidad para esperar; es además, cómo se actúa mientras se espera. Necesitamos aprender a esperar con una buena actitud.
Esperar es un hecho de la vida. Vamos a esperar siempre no importa lo que hagamos. Realmente, pasamos más tiempo esperando que recibiendo. Y nuestras actitudes y acciones durante la espera determinan si disfrutamos o no el viaje y también, la amplitud de la espera.
Hay una buena razón por la que necesitamos ser pacientes. Debemos tratar con las actitudes que nos estorban, como ser celosos de otros que ya tienen lo que estamos esperando; tener regularmente nuestros propios "festines de lástima"; andar en una montaña rusa emocional; dar a luz a "Ismaeles" en nuestra propia fuerza (vea Génesis 12-16), y exhibir otras clases de malas actitudes. Estas maneras de pensar y sentir deben ser erradicadas de nosotros, ¡y ellas son precisamente la razón por la que debemos esperar! La preparación es un proceso que requiere tiempo, y cualquier longitud de tiempo requiere una espera.
Aún cuando estemos más maduros y listos para algo de lo mejor de Dios para nosotros, es posible que tengamos que esperar que Dios trate con las otras personas que participarán.
La obra de Dios siempre es intrincada y polifacética. Usted estará mucho mejor si deja que Dios obre. Permita que Dios sea Dios en su vida, y aprenda a tener paciencia mientras Él erradica de usted las actitudes poco saludables. Si lo hace, ¡disfrutará mucho más su espera!
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