“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”.
Filipenses 3:12
Al fin, hoy pude sentarme con tranquilidad a leer el libro que gentilmente Hefzi-Bá me obsequió. “Hoy Conocí a Jesucristo” es el maravilloso testimonio de cómo esta hermanita llegó a los pies del Señor.
Deseo rescatar, mediante este escrito, algo que ella escribió que es muy real y verdadero, que dice así: “nuestra salvación es inmediata, pero el proceso de transformación y restauración de nuestra vida dura el resto de nuestra existencia”. Lograr entender este concepto y la gran verdad que contiene, es fundamental y necesario, pues todos los días experimentamos constantes cambios, llegan a nuestras vidas experiencias de todo tipo.
Que seamos lo suficientemente humildes y receptivos, para entender que todavía Dios no ha terminado de trabajar en cada uno de nosotros, es esencial para poder recibir todo lo que Dios quiere darnos, enseñarnos y mostrarnos. Porque por más conocimiento intelectual, espiritual, filosófico, secular o de cualquier índole que tengamos, jamás habremos aprendido, ni sabremos lo suficiente. Solo el poder de Dios, mediante su Espíritu Santo, puede corregirnos, instruirnos y guiarnos a toda la verdad. Solo Él es quien puede reconstruir y reedificar los muros y los cimientos de nuestras vidas.
Posiblemente, por eso Pablo expresaba que no creía haberlo alcanzado, sino que su espiritualidad estaba cada día más cercana a Dios. Dios desea que sus hijos estemos cada día más hambrientos de conocer su presencia, voluntad y dirección. Que nos llenemos de sus palabras, que su Espíritu esté conectado a nosotros para que fluyamos a través de Él. Que vivamos sujetos a su voluntad. Ciertamente, todos los días vamos avanzando un poquito más, cuando permitimos que Él obre en nuestras vidas. Hay una canción que dice: “...un día orando le dije a mi Señor, Tú el alfarero y yo el barro soy. Moldea mi vida a tu parecer, haz como Tú quieras, hazme un nuevo ser. Me dijo, no me gustas, te voy a quebrantar y en un vaso nuevo te voy a transformar, pero en el proceso te voy a hacer llorar, porque por el fuego tú tienes que pasar”. ¡Cuánta verdad encierra este himno de principio a fin! Y nosotros, como ese barro, tenemos que dejar que Él nos amolde para que seamos instrumentos y vasijas de su gloria y su honra.
Dios, rendimos nuestros corazones a tu amor, nuestro ser a tu voluntad perfecta. Haz que cada día crezcamos hasta llegar a ser un reflejo vivo de ti. Queremos ser amantes apasionados de tu presencia, rendir frutos abundantes de una vida que es, y será, el reflejo del sometimiento y la búsqueda de la plenitud que solo se encuentra en ti. Haz lo que tengas que hacer, pero no permitas que pasemos nuestros días siendo iguales, permaneciendo estáticos, porque son muchas las cosas grandes que quieres mostrarnos. Porque es demasiado lo que quieres que experimentemos en la vida devocional que tengamos contigo.
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