lunes, 9 de marzo de 2015

Confia tus problemas y temores a Dios

La vida cristiana tiene sus momentos de agitación, producidos por falta de dominio propio o por la influencia negativa de ciertas interferencias; también las enfermedades, la falta de dinero, y frecuentemente, la falta de buenos consejos en los momentos más difíciles, fomentan el nerviosismo y la inquietud, y muchas veces, estos problemas llegan al extremo de afectar nuestra salud.
Pero Dios es un poderoso consuelo y una ayuda efectiva en las tormentas de nuestro vivir, y siempre debemos afirmarnos en la fe y dar a Dios la gloria en los tiempos difíciles. Desde luego, la Biblia también habla del consuelo de la palabra de Dios, y a tener en cuenta también, los consejos sabios de los hermanos; todo constituye una enorme ayuda. Si la vida nos parece oscura por los problemas, debemos pensar que más grande que nuestras dificultades es la solución de Dios, y en Él podemos confiar absolutamente en todo, pues Él cuida de nosotros.
Los malos amigos pueden ocasionamos un gran daño, pues sus consejos quizá no se basan totalmente en la realidad de nuestros sufrimientos. De ahí que esté escrito “los consejos sabios de los hermanos”. Job fue un personaje que tuvo que sufrir toda suerte de problemas, y su arma poderosa era su fe inquebrantable en Dios. Dios justificó, al fin, a Job y no a sus amigos, que no vieron el origen de las dificultades de ese hombre de Dios.
Muchos problemas son causados por nosotros mismos. El temor de un futuro incierto nos lleva al miedo, por ejemplo, Pedro. Pedro no estuvo convencido inicialmente, del plan de su Señor; el miedo a problemas que, para él, antes no existían, le hizo actuar de manera irreflexiva e inadecuada. David se buscó muchos problemas que pudo haber evitado. Otro ejemplo es Jonás, que batalló contra algo que no pudo cambiar. La confianza en el Señor hubiera quitado sus problemas antes que aparecieran en sus vidas.
Depositar su confianza en el Hijo de Dios tiene un enorme beneficio, pues puede encomendar todos sus problemas, temores e inquietudes sobre su Creador. La ayuda y providencia divina no son limitadas, en cambio, el mismo hombre sí limita sus posibilidades. Dios siempre es un ayudador, sea en mucho o en poco. Es cierto que el cristiano tiene que obrar con iniciativa propia para resolver sus problemas, pero hay momentos en que Dios puede cambiar todo para nuestro bien. Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman. He aquí una clara enseñanza del apóstol Pablo a los cristianos romanos.
De acuerdo, pero el mero hecho de ser seguidores de Cristo no nos quita las dificultades. Nuestra vida estará siempre rodeada de cosas difíciles, pero Dios nos da la salida; entonces, debemos aprender a mostrar tranquilidad por la fe y la confianza en el Todopoderoso. Él sabe todas las cosas y desea ayudar al que cree que es acreedor de ayuda.
Tanto Pedro como Pablo pensaban que podrían poner todo lo que les afligía sobre Dios, que tiene cuidado de todos nosotros. Jesús mismo nos enseña que pongamos toda nuestra confianza en Dios. En todo momento el cristiano puede ir delante del trono de la gracia de Jesucristo para la ayuda oportuna. También el salmista David era un hombre poderoso, sin embargo, siempre confió en Dios para que le resolviera sus problemas y para que le ayudara en todo momento.
No debemos tener temor y decir que Dios no ayuda. Debemos confiar en Él y estar dispuestos a dejamos guiar por Dios. Sus caminos no son necesariamente nuestros caminos, pero Él encuentra una solución. No a medias, sino con una ayuda verdadera. No debemos tampoco dudar sino creer que lo que pedimos a Dios “ya lo hemos recibido” y así será. Nuestras dudas producen más daño que bien. Es preciso reconocer que Dios sabe todo y desea que estemos sin dificultades en nuestra vida.
Ciertamente, el hombre debe hacer su parte y Dios hace lo que nosotros no podemos hacer, y en vez de miedo, ten confianza; en lugar de sentirte nervioso, vístete de paz, y cree que el Padre celestial cuida de ti siempre, deposita todas tus angustias sobre Él.
Dios trata a su gente como un Padre. La idea de que Dios es, para el cristiano, un Padre, debería transmitirnos confianza. Nuestro Padre celestial siempre hace lo que con sus promesas, ha dicho a todos sus hijos e hijas. Dios ama la verdad, Dios ama a sus seguidores, Dios desea damos estabilidad y satisfacción en un sentido sano. Dios, el Padre de los cristianos, tiene un sumo interés en que todo marche bien en nuestra vida. Y si no confiamos plenamente en Él, aunque somos participes de sus múltiples maravillas realizadas, ¿cómo podremos considerar aspectos importantes como la resurrección de los muertos, y la vida eterna con Dios en un mundo en el cual reinará la justicia?
Dios está en medio de todos, especialmente entre los creyentes fíeles. Dios conoce nuestra vida a la perfección. Ante Él todos estamos desnudos y descubiertos. Sabiendo que las cosas son así, deberíamos armarnos de confianza, fe, y amor hacia Él y su Palabra, estando seguros de que Dios siempre encontrará un camino que nos lleve fuera de nuestros problemas y temores. Verdaderamente, con Él y en Él, caminamos de victoria en victoria.
“Y sabemos que a los que aman a Dios. todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8.28). Dios lleva nuestra vida de triunfo en triunfo. La Escritura es, para el discípulo de Jesús, guía, instrucción y luz para el camino. Nuestra confianza en la ayuda y providencia del Señor nos llevará al éxito.

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