jueves, 5 de febrero de 2015

Paciencia en la familia

Existen muchos espíritus en el mundo. Sobre esto escribió el apóstol Juan; como también escribió que no debemos creer a todos los espíritus, sino probar si son de Dios.
Sabemos que hay un Espíritu Santo y que ese Espíritu vive en nosotros y es mayor que cualquier espíritu que está en el mundo.
Pero si el Espíritu es Santo y es mayor que cualquier otro espíritu, que vive en los hermanos, entonces ¿por qué hay tanta falta de paciencia entre éstos, entre nosotros? Porque uno de los frutos del Espíritu es la paciencia. Entonces, ¿qué pasa con este fruto?
¿Sabe usted un secreto del Espíritu Santo? El fruto del Espíritu no puede crecer mucho si no tiene alimento, y su alimento es la palabra de Dios. Más allá de leerla, es obedecerla. Y hay mandamientos en la palabra de Dios que facultan la paciencia. Quizás no hemos enfatizado suficientemente estas enseñanzas.
Miramos, y vemos las mismas actitudes en la familia natural que en la familia de Dios. Una es que los hermanos que han superado un defecto, casi no pueden soportar el mismo defecto en otra persona. En la familia natural puede ser un hermano mayor que no tiene paciencia con su hermano menor. Lo vemos muchas veces. Vemos como critica una niña de 8 años a su hermanito de 4, que está haciendo las mismas acciones inmaduras que ella acostumbraba a hacer a la misma edad. No las puede soportar y se queja constantemente de él y le critica.
¿No es similar la misma actitud entre hermanos en la iglesia? Y aparte de la inmadurez, hay diferencias de opinión, diferencias de temperamento, diferencias de lo que hemos aprendido en nuestra cultura. Estas últimas diferencias pueden ser hasta chistosas. En fin, es normal.
Pero el origen de la paciencia es el Espíritu Santo, y éste nos guía según lo que le damos de alimento. Como dijo el apóstol Pedro —”Nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5.32).
¡Ahhh! ¡Ya comprendo! La obediencia tiene que ver con la fuerza del Espíritu Santo en nuestra vida. Lo recibimos al obedecer el mensaje de Cristo sobre arrepentirnos y bautizarnos. Pero puede ser que después de bautizarnos, no obedezca
mos los mandamientos que podrían hacernos crecer espiritualmente para tener más paciencia.
Una de las instrucciones adecuadas a esto, se encuentra en Romanos 14:4, donde Pablo está enseñando a los gentiles y judíos cómo actuar con las diferencias de cultura y opinión. — “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.”
Como en la familia natural, en la que los hijos mayores deben tener confianza en que sus padres van a enseñar a sus hermanos menores, con la misma paciencia que les enseñaban a ellos, nosotros en la iglesia, debemos tener confianza en que nuestro Padre espiritual puede guiar a nuestros hermanos menores.
Pero el problema no es solamente el hecho de criticar a los hermanos menores. También nos quejamos de las fallos de los hermanos que llevan muchos años en la iglesia. Ellos deberían saber, deberían haberse perfeccionado con sus acciones. Y las quejas son más fuertes cuando nosotros nos sentimos personalmente, lastimados por las acciones de un hermano o una hermana, que ha formado parte de la iglesia por mucho tiempo.
Pensemos, la verdad es que no podemos conocer el corazón de los demás. Hay varios pasajes en la Biblia que enseñan que únicamente Dios conoce los corazones. Lo que puede ser fácil para ti puede ser más difícil para otro hermano.
Podemos ver las acciones, pero no sabemos los motivos que provocan esas acciones. A veces, la persona misma no puede discernir lo que está dentro de él. Sólo Dios lo sabe.
Fue el apóstol Juan quien enseñaba más continuamente del amor entre hermanos. Recordemos que escribió — “Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4.20).
Y hay una cosa más que escribió Juan, sobre el hecho de juzgar a otros hermanos. Juan escribió: “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida…” (1 Juan 5.16). ¿Acaso Juan quiere decir que es adecuado el hecho de que yo puedo pedir perdón a Dios por otra persona? ¿Son palabras de Dios, que al obedecer al Espíritu Santo, puede hacer que la paciencia crezca en mí?
Es un pensamiento diferente, una manera mejor de ver las cosas. Pues aunque es cierto que es mejor una oración a Dios pidiendo que perdone a mi hermano o hermana, que una acción de criticarlo, ¿no quiero yo que mi hermano también pida perdón por mis debilidades?

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