martes, 10 de febrero de 2015

Errar es humano, perdonar es divino

Mi historia usted la conoce y es de eso de lo que quiero hablarle, sobre el perdonar a quienes nos hacen o nos han hecho daño, el perdonar de corazón.
Varias son las noches en las que me he quedado despierta pensando en por qué me sucedió a mí, el por qué pasar por lo que pasé. Y una luz me hizo recordar que tengo un propósito por el cual estoy aquí, uno o varios propósitos.
Agradecerle a Dios porque sigo aquí, por darme la oportunidad de seguir viviendo, de hacerme feliz y hacer feliz a quienes me rodean y me quieren. Un día lo pensé, lo reflexioné, perdonaré a quienes me hicieron daño; es más, le pedí a Dios que los bendijera y limpiara su cuerpo, mente y espíritu.
Parece difícil de entender o comprender, pero créame; yo me siento bien, en paz, me liberé de una carga, y hoy sonrío, no me afecta en nada, es más me siento bien al perdonar. Le pedí a Dios que me ayudara a perdonar.”
Este escrito me llegó cuando daba vueltas y vueltas y la inspiración parecía escapárseme como el agua entre las manos. Hoy tengo el privilegio de compartirlo contigo. Gran emoción me invade a la hora de leer la sencillez, pero a la vez, la gran profundidad del contenido del texto.
Su autora hoy es una joven creyente que en su más tierna infancia, fue objeto de terribles maltratos por parte de sus padres. Finalmente, abandonada y a punto de morir a raíz de las graves heridas recibidas durante la última paliza, ingresó en el círculo adoptivo y hoy vive feliz, estudia y pasa sus días junto a sus padres adoptivos, que creen en Dios, la aman profundamente y ven en ella la más bonita bendición que el Señor pudo darles. Porque un hijo buscado, siempre, siempre, siempre es un hijo amado.
Hay personas que por mucho menos de lo que tuvo que pasar esta joven, viven resentidas y decepcionadas. Hasta dentro de la misma iglesia hay personas así. A quienes todo se les perdonó, pero ellas no tienen la capacidad de perdonar.
Viven años, tal vez toda una vida amasando el dolor, apretando el dolor en un puño, tratando de convencerse a sí mismas de que ya perdonaron. Nuestro perdón, el que como seres humanos podemos dar, no renueva el crédito al ofensor. No lo absuelve de culpa y cargo. Pero lo que sí hace es liberar tu (nuestra) alma de las tenazas que te oprimen con dolor y te mantienen atado a tu victimario, a la vez que libera desde los cielos eternos hacia ti, un raudal de bendición, paz, bienaventuranza y gozo sobrenatural, capaces de sanar todas y cada una de las heridas de tu alma rota.
Errar, es humano, perdonar es divino, dice el antiguo dicho popular.
Dice el Señor:

...soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.  De la manera que Cristo os perdonó,  así también hacedlo vosotros.

(Colosenses 3:13 RV60)

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