Empezando por los recursos que el hombre no puede controlar, como el sol, la lluvia, el oxigeno, etc. Están aquí, queramos o no, por la misericordia de Dios, y son para todos los hombres, sin importar creencia, etnia, nación o grupo social. Y siguiendo por aquellas cosas que el hombre puede transformar y en cierto modo controlar, como el petróleo, los metales, la tierra, los vegetales...
También son recursos muy importantes para el hombre, los llamados recursos inmateriales o ideales. Hablamos de los talentos, capacidades, habilidades, sentimientos, etc.; y otros componentes que se desarrollan en la psique del individuo.
Por último, son también recursos las transformaciones que hace el hombre; aunque no tengan siempre el mismo uso y esencia, son de una misma especie. Una computadora, por ejemplo, es un recurso indispensable para la obtención de un buen resultado contable, y por supuesto para poder escribir cualquier artículo.
Por lo tanto, podemos definir recurso como la cualidad que poseen los objetos, de serles útiles al hombre para la satisfacción de sus necesidades personales y sociales. Si ahora tuviéramos que definir cuál es el recurso más importante para el mundo de hoy, no nos sería nada difícil. El recurso más importante para el mundo, es el dinero.
Un individuo puede poseer lo que quiera, pero si carece de recursos financieros está perdido. Contrariamente, aun careciendo de casi todo, si se tiene dinero, todas las cosas se pueden conseguir.
Esta es la lógica del mundo. Así son sus reglas, y mientras la humanidad siga este derrotero, tendremos guerras, conflictos, violencia, inmoralidad, odios; en fin, siempre que un individuo posee este recurso, es a expensas de la miseria y desgracia de otros. El dinero genera egoísmo desmedido de un lado e hipocresía del otro.
Fue este el recurso por el cual Judas se sintió traicionado. Él esperaba obtener ganancias por ser uno de los elegidos del futuro Rey de Israel. Imaginaba un Mesías con poder y gloria inigualables por los reyes anteriores. Al darse cuenta que el esperado Rey entraba en Jerusalén montado en un burro, sin más gloria que su santidad, se frustró, y de traicionado pasó a traidor. Al esperar algo más de parte del Señor y no conseguirlo, el traidor fue él mismo.
El Apóstol Pablo comparó al pecado y la maldad del hombre con un árbol cuyas raíces serían el amor al dinero “porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores” (1ra Timoteo 6:10).Esta es la lógica del mundo. Así son sus reglas, y mientras la humanidad siga este derrotero, tendremos guerras, conflictos, violencia, inmoralidad, odios; en fin, siempre que un individuo posee este recurso, es a expensas de la miseria y desgracia de otros. El dinero genera egoísmo desmedido de un lado e hipocresía del otro.
Fue este el recurso por el cual Judas se sintió traicionado. Él esperaba obtener ganancias por ser uno de los elegidos del futuro Rey de Israel. Imaginaba un Mesías con poder y gloria inigualables por los reyes anteriores. Al darse cuenta que el esperado Rey entraba en Jerusalén montado en un burro, sin más gloria que su santidad, se frustró, y de traicionado pasó a traidor. Al esperar algo más de parte del Señor y no conseguirlo, el traidor fue él mismo.
Pero esta es la lógica y enseñanza del mundo, y otra cosa es lo que piensa Dios. Para Dios existen otros recursos más importantes, porque sin ellos de nada valdría tener todo lo demás. Dios dota al cristiano de recursos espirituales, como son la fe, el amor, la obediencia, la oración, su Palabra, los dones y talentos. El buen uso de los mismos, permite el crecimiento personal del creyente. O sea, igual que dependemos en nuestra vida social, del petróleo la gasolina, la electricidad y los alimentos, entre otras cosas, desde el punto de vista espiritual, nuestra vida está vacía si no usamos los recursos espirituales dados por el Señor.
Ahora bien, ¿cuál es el recurso espiritual más valioso y sin duda, el más necesario? Pensemos por un momento, y supongamos que sea la fe. ¿Se puede obtener fe de la noche a la mañana?, claramente no. Entonces, ¿el amor?, tampoco, éste se siente y madura tras períodos prolongados de tiempo. Digamos entonces, el uso de los dones, la madurez de un llamado, ¿pero, ¿qué necesitan? Tiempo. Sí, tiempo. Ese es el recurso más valioso que el Señor ha puesto en nuestras manos.
Pero el tiempo tiene algo que lo diferencia del resto de los recursos, y por eso su uso debe ser racional. Uno puede amar, llegar a tener fe, adquirir bienes, pero todo dependerá de la medida de su esfuerzo propio, el de nosotros mismos. Pero esto no sucede con el tiempo. No podemos decidir cuánto va a durar un día porque, queramos o no, dura lo mismo para todos. No podemos decidir cuánto va a durar ni siquiera nuestra vida terrenal. Por eso es de necios confiar en el dinero como el mundo enseña. Quizá sufres para adquirirlo y luego no lo puedes disfrutar, ¿de qué habrá valido tu vida?
En el libro de Eclesiastés, el último que escribió el sabio Rey Salomón, encontramos la respuesta. Salomón fue un hombre al cual Dios le dio 40 años de reinado próspero y fructífero. Fue un rey que supo aprovechar muy bien el tiempo de Dios, aunque su personalidad pecaminosa, lamentablemente, se hizo patente en varios momentos de su vida
Afirma Salomón lo siguiente “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1). No se trata con ello, de frustrarnos de tal forma que nada hagamos ahora y nos quedemos quietos, porque al final puede ser que trabajemos en algo para lo cual aún no ha llegado su hora. Aquí Dios nos dice que Él mantiene el control de la Historia, y que habrá ciertas cosas que por mucho que nos esforcemos, no serán en nuestro momento.
Por supuesto que para saber si es el tiempo de Dios, se hace menester sostener con Él, una perfecta relación que nos permita apreciar cuál es su voluntad para nuestras vidas. El apóstol Pablo afirma: “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”, (Filipenses 2:13). Está claro que, cuando arde de pasión un llamado de Dios en nuestro corazón, es porque el tiempo de Dios para nosotros llegó.
Más adelante entre los versos 2 al 8 se da un listado de eventos de toda índole, que sin excepción, acontecen en la vida de todos los individuos: la risa, el llanto, el trabajo, el descanso, y demás. Dios todo lo hizo en nuestra vida. A diferencia de los otros seres vivos que pueblan nuestro planeta, el hombre no existe por ciclos continuos de supervivencia. Por ejemplo, no establecemos un único hábitat, tenemos la capacidad de poder vivir tanto en el calor como en lugares muy fríos. Por el contrario, se imaginan a un dromedario viviendo en el polo Norte, o un pingüino en el Sahara? Es inconcebible.
Relación entre tiempo y vida es algo que no podemos obviar, y por eso Eclesiastés 3.11 establece “Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”. La idea de que estamos aquí en este mundo por un corto período de tiempo, no le hace mucha gracia al hombre, y eso es precisamente lo que nos ha impulsado como especie, a seguir adelante y a superarnos cada día, por la buena voluntad del Señor. Es esa última, el motor impulsor para que muchos busquen de Dios.
Antes de ser cristiano pensaba “Dios nos castigó con el temor a la muerte, más que con la muerte misma”. Ahora que la luz de Cristo ilumina mi razón, me doy cuenta, que más bien Dios nos bendijo con el amor a la vida.
El tiempo es un recurso y regalo de Dios, su amor marca el comienzo de los tiempos, como afirma el Génesis 1:1 “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nos toca como buenos mayordomos y administradores de la gracia divina para con nosotros, trabajar para darle ganancias al Creador y Autor de todo lo existente, incluyendo nuestro tiempo.
Este puede ser el momento que necesitas para comenzar a vivir tu tiempo glorificando al Rey y Señor. Si ya lo has estado haciendo, gloria a Dios. Si todavía no te habías decidido y creas por ello, que has perdido mucho tiempo, el Señor te dice en su Palabra: “Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó”. Llegó el tiempo para ti, de vivir para la Gloria de Dios que es la dicha de los hombres.
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