Ahí estaba parado, un hombre viejo con ropa ajironada, pantalones rotos y sin botones. Cargaba una cesta llena de verduras, y preguntó a la familia si querían comprarle algunas. Ellos aceptaron porque querían que se fuera rápido.
Con el paso del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron amigos. El hombre traía verduras cada semana a la familia. Pronto se enteraron de que él era ciego y que tenía cataratas en los ojos, pero era tan amigable que aprendieron a esperar ansiosamente sus visitas y a disfrutar de su compañía.
Un día, mientras les entregaba las verduras, dijo:
– ¡Ayer tuve la bendición más grande! Encontré una cesta de ropa fuera de mi casa que alguien me dejó.
La familia, sabiendo que él necesitaba ropa, dijo:
-¡Qué maravilloso!
El hombre viejo y ciego, dijo:
– Lo más maravilloso es que encontré una familia que verdaderamente, necesitaba esa ropa.
Recuerda, la felicidad no depende de lo que eres o lo que tienes.
Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10
Con el paso del tiempo, la familia y el hombre viejo se hicieron amigos. El hombre traía verduras cada semana a la familia. Pronto se enteraron de que él era ciego y que tenía cataratas en los ojos, pero era tan amigable que aprendieron a esperar ansiosamente sus visitas y a disfrutar de su compañía.
Un día, mientras les entregaba las verduras, dijo:
– ¡Ayer tuve la bendición más grande! Encontré una cesta de ropa fuera de mi casa que alguien me dejó.
La familia, sabiendo que él necesitaba ropa, dijo:
-¡Qué maravilloso!
El hombre viejo y ciego, dijo:
– Lo más maravilloso es que encontré una familia que verdaderamente, necesitaba esa ropa.
Recuerda, la felicidad no depende de lo que eres o lo que tienes.
Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Juan 10:10
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