La Biblia dice claramente: “Todo lo que el hombre sembrare eso también segará” Gálatas 6:7.
Tres cosas encontramos en 2 Reyes 5:26-27 que hablan de la posición de Dios ante nuestra negligencia. “¿No iba contigo mi corazón…?” El corazón de Dios está con sus siervos. No podemos ocultarnos de la presencia de Dios. David lo expresó cuando dijo: “¿y a dónde huiré de tu presencia?”. El corazón del Señor está siempre con nosotros, aunque estemos en nuestros lugares secretos. “¿Acaso es tiempo de aceptar dinero y de aceptar ropa, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?”. Estamos viviendo los últimos tiempos. Nos ha correspondido a nosotros ser protagonistas de los últimos eventos de la historia y de la vida de la Iglesia, por lo tanto, ya no hay tiempo para nuestro propio provecho personal. Hay una tarea que aún no se ha terminado y nos corresponde a nosotros acabarla. “Por tanto…”. Porque no respetaste mi presencia, cuando estaba allí mi corazón, y porque no respetaste la urgencia de la misión encomendada, al no prestar atención a lo dicho, “la lepra de Naamán se te pegará a ti y a tus descendientes para siempre”.
Cuando me equivoco no solo me afecto yo, mi descendencia también; y, en algunos casos, es “para siempre”. Cuando esto pasa, acabo bloqueando el camino a las transiciones del Espíritu. En muchos casos Dios ha retirado la unción de sus siervos, sin retorno. Renovemos nuestra mente, reflexionemos y volvamos a las sendas antiguas. Retornemos nuestra mirada y nuestro corazón a Hebreos 2:1: “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos”. En los últimos años hemos hecho más énfasis en el amor y misericordia de Dios, y nos hemos olvidado un poco de su justicia. Las dos cosas deben estar equilibradas. No olvidemos el privilegio que el Señor nos ha dado de servirle en su obra. No hay lugar más hermoso que estar en el lugar del servicio santo y no hay oficio más digno que ministrar delante del Señor y delante de su pueblo.
Pero es necesario que aportemos diligencia para servir con sinceridad, prestando atención a lo que hemos oído. Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis. –2 Pedro 1:10 Esta promesa también es para nosotros, la promesa de no caer jamás, si procuramos hacer firme nuestra vocación y elección. Esto se logra poniendo atención a lo que hemos oído. Y entonces seremos sorprendidos por una nueva transición del Espíritu.
Pero es necesario que aportemos diligencia para servir con sinceridad, prestando atención a lo que hemos oído. Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis. –2 Pedro 1:10 Esta promesa también es para nosotros, la promesa de no caer jamás, si procuramos hacer firme nuestra vocación y elección. Esto se logra poniendo atención a lo que hemos oído. Y entonces seremos sorprendidos por una nueva transición del Espíritu.
Reflexiona: ¿En qué áreas estás perdiendo la diligencia? ¿Te has disfrazado? ¿Cuándo has usado el nombre de Dios en vano, hablando en nombre de Él? Haz una oración al Señor pidiendo su ayuda en la diligencia.
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