jueves, 22 de enero de 2015

Una experiencia verdadera con Dios

Mucha gente se pregunta qué es tener una verdadera experiencia con Dios, y la respuesta es más sencilla de lo que parece.
Antes de tener la oportunidad que Dios me está dando, de conocerlo como lo estoy conociendo, era simplemente, una persona con un título profesional con conocimientos y argumentos teóricos creados por los hombres; conocimientos y argumentos que no me edificaban como lo ha hecho la palabra de Dios; y con ello, no quiero decir que instruirse y prepararse sea malo, por supuesto que no, al contrario, es una estrategia para complementar nuestra formación y crecimiento personal.
Sin embargo, cuando nuestra mente se empieza a llenar de información, podemos correr el riesgo de anteponerla al conocimiento de Dios, nuestro ego se puede inflar y podemos empezar a creernos sabios e inteligentes por el mero hecho de “saber mucho”. Puede que nuestro corazón se llene de orgullo y altivez y hasta se nos puede olvidar que todo lo que sabemos nos es dado por la Gracia de Dios y no por nuestros propios esfuerzos. ¡Ay de los que se consideran sabios, de los que se creen inteligentes! Isaías 5:21 (Nueva Versión Internacional).
Empecé a tener una verdadera experiencia con Dios, y fue cuando comprendí la diferencia entre saber de Dios y experimentar a Dios. Tal como era yo, muchas personas dicen tener a Dios en su vida, dicen creer en Él y en su Hijo Amado Jesús; pueden incluso, saberse de memoria las escrituras, pero también puede que éstas no hayan hecho ningún efecto de transformación en sus vidas, y ahí es donde radica la diferencia. Podemos saber mucho de Dios, pero mientras su palabra no se active en nuestras vidas cambiando todo aquello que hay que cambiar, sacando lo que no pertenece a Él y sobre todo, aplicando sus mandamientos para que tengan un efecto renovador en nuestras vidas, podemos seguir diciendo que “sabemos de Dios” pero no podemos decir “que lo experimentamos”.
Siempre que me acerco a Dios le pido que me regale una parte de su sabiduría, de su entendimiento y una parte doble de humildad, para que no caiga en el error de jactarme y enorgullecer mi corazón del conocimiento que sólo le pertenece a Él. Y también le pido que active su palabra en mi vida para que mi corazón sea cambiado y transformado por Él. “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva la firmeza de mi espíritu”. Salmo 51:10 (Nueva Versión Internacional).
Anímate a experimentar a Dios, lee su palabra y pídele que la haga viva en tu vida a través de su Espíritu Santo, para que cada día seas más sabio y más inteligente, para que seas mejor persona, pues no es el conocimiento teórico lo que te hacer ser una gran persona, es tener una verdadera experiencia con Dios.

¡Él está anhelando tener una experiencia contigo ahora mismo!


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