De un tiempo a esta parte, ha cobrado fuerza la expresión “salir del armario”, aplicada básicamente a quienes han decidido saltar a la luz pública para anunciar su tendencia sexual diferente a la que representan. Como no podía ser de otra manera, la prensa sensacionalista recoge con todo lujo de detalles, los testimonios de personajes famosos (artistas, escritores, deportistas , etc.) que han decidido revelar públicamente, todo aquello que hasta hace poco mantuvieron en secreto “dentro del armario”: homosexualidad, fobias, incesto, consumo de sustancias narcóticas…etc. Los medios especializados en estos temas, pagan lo que sea para obtener la primicia sobre historias de esta naturaleza.
Intentando hacer un paralelismo con la vida cristiana, existen muchísimos creyentes que, pese a su íntimo amor por el Señor, aún no se atreven a declararlo en público; no se animan a “salir del armario” y mostrar su fe al mundo. Por lo general, se suele tratar de cristianos con gran devoción pero solo en el interior de sus congregaciones, entre sus pastores, entre sus guías, entre otros cristianos. ¡Un auténtico fiasco, vaya!
Personalmente, me ocurría algo similar recién aceptado al Señor, ya que asistía a la iglesia con gran interés; mostraba afán por Dios, por Su palabra, por trabajar en Su obra. Pero, cuando estaba en casa, en la calle, en la plaza, con familiares, vecinos, amigos, o colegas de oficio, me avergonzaba hablar de Dios; me avergonzaba al contar mi testimonio. Creía que iba a percibir sentimientos de pena, rechazo, burla y hasta enojo por parte de ellos hacia mí. En el fondo tenía temor a que me excluyeran, a perderlos como “amigos” … Claro, aún no estaba preparado para afrontarlo.
¿Es cierto que te has hecho hermanito?... ¿Es cierto que estás asistiendo a una iglesia?… ¿Es cierto que ya no podremos contar contigo para las juergas?… me increpaban algunos mientras sentía que se me “hundía el suelo”. Entonces buscaba argumentos para darles una respuesta que les satisfaciera, pero que no me comprometieran. Y a la vez que escondía de sus ojos mi Biblia, desviaba la charla a cualquier otro asunto, como: “¿ustedes creen que Maradona llegó a ser mejor que Pelé, o viceversa?
Abreviando: me daba vergüenza reconocer francamente mi fe en el Señor, y por ello andaba como Pedro, negándolo por doquier. Era obvio, no deseaba ser visto como fanático, debilucho, o santurrón en un ambiente intelectual en donde temas como Dios, Iglesia, o Fe… son para gente débil, ilusa; para viejecitas desocupadas.Personalmente, me ocurría algo similar recién aceptado al Señor, ya que asistía a la iglesia con gran interés; mostraba afán por Dios, por Su palabra, por trabajar en Su obra. Pero, cuando estaba en casa, en la calle, en la plaza, con familiares, vecinos, amigos, o colegas de oficio, me avergonzaba hablar de Dios; me avergonzaba al contar mi testimonio. Creía que iba a percibir sentimientos de pena, rechazo, burla y hasta enojo por parte de ellos hacia mí. En el fondo tenía temor a que me excluyeran, a perderlos como “amigos” … Claro, aún no estaba preparado para afrontarlo.
¿Es cierto que te has hecho hermanito?... ¿Es cierto que estás asistiendo a una iglesia?… ¿Es cierto que ya no podremos contar contigo para las juergas?… me increpaban algunos mientras sentía que se me “hundía el suelo”. Entonces buscaba argumentos para darles una respuesta que les satisfaciera, pero que no me comprometieran. Y a la vez que escondía de sus ojos mi Biblia, desviaba la charla a cualquier otro asunto, como: “¿ustedes creen que Maradona llegó a ser mejor que Pelé, o viceversa?
Querido amigo/a ¿te ha pasado algo similar?… ¿Dentro de tu congregación te identificas plenamente con el Señor (cantas, alabas, oras, compartes la Escritura, te quebrantas a todo pulmón), pero fuera de ella los prejuicios te han obligado a callar tu fe, tu amor y tu dependencia hacia Dios?
Tranquilo/a, pues si realmente muestras interés sincero en el Señor, Él mismo irá moldeando tu carácter, dándote la sabiduría y el temple necesarios para enfrentarte a lo que venga cuando hayas decidido “salir de tu armario” religioso.
Tranquilo/a, pues si realmente muestras interés sincero en el Señor, Él mismo irá moldeando tu carácter, dándote la sabiduría y el temple necesarios para enfrentarte a lo que venga cuando hayas decidido “salir de tu armario” religioso.
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