domingo, 11 de enero de 2015

El cielo en la Tierra

Apocalipsis 19:9. El ángel me dijo: Escribe: “¡Dichosos los que han sido convidados a la cena de las bodas del Cordero!”
Cuando era pequeño y escuchaba a los que dirigían las reuniones, oír decir que el cielo sería como quedarnos cantando en la iglesia toda la eternidad, me daba ganas de gritar ¡Noooooo, por favor! ¡No quiero ir al cielo! Hasta recuerdo habérselo dicho a mi mamá. 
Riendo, ella me explicó que el cielo no era una reunión en un templo. Me dijo que era mejor que la mejor fiesta de cumpleaños que se me pudiera ocurrir y que estaba lleno de muchas sorpresas que no podíamos ni imaginar cómo iban a ser. Me quedé pensando en la fiesta de cumpleaños y llegué a la conclusión de que el cielo iba a ser divertido, emocionante y... lleno de comida. 
Hace poco escuchaba una canción que se llama: "El cielo en la tierra" y recordé esta experiencia que había quedado grabada en mi memoria. Al salir a flote mi ocurrencia, cobró un nuevo sentido. Si el cielo es una fiesta, en la tierra debe ser igual y así debe ser la iglesia. Pero miramos la historia y es como si se hubiera ido la luz en medio del cumpleaños. Hemos perdido mucho de ese espíritu gozoso que Dios intentó imprimir en su pueblo. Si pensamos bien quiénes son los que van a estar en la fiesta de los cielos, es fácil deducir que si queremos un cielo en la tierra, debemos perdonar a quienes no se lo merecen, dar consuelo a aquellos que les hace falta y preparar comida para los que están hambrientos. Traer el cielo a la tierra es festejar, según la gracia de Dios, con aquellos que Dios ama. Incluso Cristo comparó su reino con una fiesta de bodas (Mateo 22:2-4), pero muchas veces la iglesia es más parecida a un velatorio que a una fiesta. 
¡Cambiemos! Seamos una iglesia que sepa compartir con los que no tienen, perdonar a los que no se lo merecen, y busquemos más motivos para festejar el amor de Dios y formas de hacerlo. Algunos confunden ser espiritual con ser aburridos. Esas cosas no tienen nada que ver. Porque ser espiritual es estar lleno de alegría.
Reflexionemos: ¿Cómo llevar la fiesta de conocer a Dios a donde no lo conocen? ¿Cómo puedo traer el cielo a mi familia y mis amigos?
Querido Rey, gracias por la fiesta. Gracias por la promesa del cielo y porque podemos empezar a disfrutar aquí mismo de todas tus bendiciones. Lléname de gozo para que pueda ser un testimonio de que en verdad te conozco.

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