miércoles, 19 de noviembre de 2014

En el momento de la decisión

Escogí el camino de la verdad. Salmo 119:30
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¿Quién es el hombre que teme al Señor? Él le enseñará el camino que ha de escoger.
Salmo 25:12
Todos los seres humanos, a lo largo de nuestra existencia, nos vemos en la tesitura de escoger entre diferentes opciones, por ejemplo respecto a los estudios, a una profesión, a un cónyuge, un domicilio… Pero hay una decisión capital, la más importante de todas, decisión que define nuestro futuro eterno, es la decisión de escuchar o no a Dios. El resultado eterno de esta decisión es el cielo o el infierno, y las consecuencias ya son visibles en la tierra.
El creyente también tiene que tomar decisiones. Lot, por ejemplo, tomó una mala decisión (Génesis 13). Se dejó seducir por la llanura en la que estaba Sodoma, sobre la cual pendía el juicio de Dios. No escuchó la advertencia divina y perdió todo.
Jonatán, amigo de David, le manifestó mucho cariño y humildad. Pero un día tuvo que escoger entre la corte del rey Saúl, incansable perseguidor de David, con todos los privilegios, y David, con quien tendría que andar de un lado a otro por las montañas huyendo del rey. La decisión era difícil. Su corazón lo empujaba hacia David, pero su razón lo retenía cerca de su padre. ¡Al final tomó la decisión equivocada!
Pero leamos la historia de Daniel. Desde su llegada a Babilonia, este joven exiliado, tuvo que escoger entre servir a Dios o a los ídolos del monarca pagano. Sin vacilar, tomó la decisión de no contaminarse en la corte del rey de Babilonia. ¡Y nada lo hizo cambiar de opinión! Más tarde, ni siquiera la amenaza de ser echado en el foso de los leones lo hizo claudicar. Después de setenta años de cautiverio seguía siendo fiel como el primer día. ¡Tomó la buena decisión y honró a Dios durante toda su vida!

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