La palabra de Dios nos dice en Juan 7:38 “De aquel que cree en Mí, como dice la Escritura, brotarán Ríos de agua viva”. En otras palabras, cuando somos lavados y sumergidos por el poder de Dios, cobramos vida y vida en abundancia. El Río de Dios nos limpia, nos restaura, nos libera, nos sana, nos limpia de todas las inmundicias pasadas y nos hace nuevos y limpios. Del Río de Dios sale agua viva y saludable para cada uno de nosotros que nos refresca el alma; nos da vida en abundancia, nos quita la sed, nos brinda gozo, paz y salvación. ¡Sumérgenos Señor, en tu Río cada día!
Ezequiel 47:9 nos habla acerca del Río de Dios y nos dice: “Por donde corra este Río, todo ser viviente que en Él se mueva vivirá. Habrá peces en abundancia porque el agua de este Río transformará el agua salada en agua dulce, y todo lo que se mueva en sus aguas vivirá”. Señor Jesús, sumérgenos cada día en tu Río para ser aprobados por ti.
Pero el que beba del agua que Yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él ese agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna (Juan 4:14, NVI). Dios quiere tratar con nosotros y hacer cambios en nuestro modo de vivir, está de nuestra parte si nos disponemos a cambiar y a obedecer Su llamado. La Única Persona que tiene el poder para transformarnos y cambiarnos, por medio del Espíritu Santo. Mantengámonos firmes y sin manchas, que nuestras vestiduras Dios las vea y las encuentre aprobadas. No podemos descuidarnos en la fe, es necesarios estar apercibidos cada día para que cuando el Señor llegue nos encuentre limpios y llevando frutos agradables.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es” (1 Juan 3:2 Reina-Valera 1960 (RVR1960).
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