viernes, 7 de noviembre de 2014

Perdonar Y Liberar - Crecimiento personal-espiritual

El perdón es algo curioso; "calienta el corazón y enfría la picadura”.
Todos hemos leído un millón de artículos sobre el perdón y escuchado mil charlas sobre el tema. Pero, casi siempre, es muy difícil de llevar a cabo. El perdón no es fácil para la mayoría de nosotros.
Cada vez que alguien nos lastima, quedamos con un sentimiento, siendo verdaderamente heridos, de ira y venganza. Nos es muy difícil pasar por alto la herida que alguien nos ha infligido. Pero el perdón no es olvidar, es simplemente abandonar la herida. No es algo que damos a otros sino a nosotros mismos.
La herida y el dolor que alguien nos causa, pueden ser parte de nuestra vida, pero el perdón nos ayuda a liberarnos para que podamos seguir adelante.
Y en cuanto a quién perdonar, comencemos con un amigo que nos ha lastimado mucho, o el extraño que nos pisó el callo en un autobús, y luego a todos aquellos entre estos dos extremos.
Perdonarnos a nosotros mismos es también importante. Y perdonémonos rápido ya que cuanto más tiempo empleemos, cuanto más lo pensemos, menos preparados podremos estar para hacerlo. Así que, hagámoslo tan pronto como podamos porque aunque no cambie el pasado, cambiará nuestro futuro.
Y recordemos: “No perdonar es como ingerir raticida y esperar que la rata muera”.
Hoy día, algunos sectores del cristianismo han deformado el perdón, convirtiéndolo en “atadura” para quienes nos han ofendido y a quienes no hemos perdonado. Sin embargo, la razón por la que el Señor nos llama a perdonar es precisamente porque, al no hacerlo, somos nosotros mismos los más perjudicados. Y en esto, incluso la ciencia confirma el impacto sobre nosotros, de la amargura resultante al no perdonar.
Así que, vivamos la vida abundante que Dios nos ofrece, dando el indispensable primer paso: perdonando a quienes nos ofenden.

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