Ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios. Hechos 26:17-18
(Lea Juan 9:13-38)
Este relato bíblico sobre la curación de un ciego de nacimiento por parte Jesús, nos muestra cómo podemos llegar a conocer a Jesús, el Hijo de Dios. El ciego recobró la vista y, al mismo tiempo, descubrió quién era Jesús. Al principio, para él, Jesús no era más que un hombre; luego avanzó un paso más. A la pregunta de los fariseos: “¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?”, respondió: “Que es profeta” (verso 17). Y luego, después de su segundo encuentro con Jesús, exclamó: “Creo, Señor; y le adoró” (verso 38). Así lo reconoció abiertamente, como su Señor y su Dios.
Este relato bíblico sobre la curación de un ciego de nacimiento por parte Jesús, nos muestra cómo podemos llegar a conocer a Jesús, el Hijo de Dios. El ciego recobró la vista y, al mismo tiempo, descubrió quién era Jesús. Al principio, para él, Jesús no era más que un hombre; luego avanzó un paso más. A la pregunta de los fariseos: “¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?”, respondió: “Que es profeta” (verso 17). Y luego, después de su segundo encuentro con Jesús, exclamó: “Creo, Señor; y le adoró” (verso 38). Así lo reconoció abiertamente, como su Señor y su Dios.
La Palabra de Dios nos invita a preguntarnos personalmente: ¿Cuál es mi posición respecto a Jesús? ¿Quién es Jesús de Nazaret para mí? Nadie niega la existencia de Jesús como hombre; incluso es reconocido a veces como un profeta, un enviado de Dios. Muchos se detienen ahí, pero no es suficiente.
Para ser salvo es necesario, como hizo el ciego, reconocer en Jesús al Hijo de Dios, al Señor que adoramos como Dios. La fe de la Biblia es creer en una persona: Jesucristo.
La curación del ciego ilustra la respuesta a nuestras necesidades, pues en cierto modo, todos somos ciegos de nacimiento en el ámbito espiritual. Si reconocemos nuestro estado de pecadores ante Dios, Él nos dará el ojo de la fe que permite discernir a Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador.
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