sábado, 25 de octubre de 2014

Definitivamente, lo Proclamo Rey de Mi Vida

“Y póstrense ante él todos los reyes de la tierra; sírvanle todas las naciones”. Salmo 72:11
El mundo está lleno de gobernantes, y cuando llegan las elecciones, la lucha es encarnizada entre ellos, es ardiente su deseo de ser presidente o gobernador. ¿Qué es lo que mueve al  ser humano a esta lucha encarnizada?
¿Realmente es el deseo de servir a la comunidad?  o ¿es el deseo ambicioso de ser el primero, de ser reconocido y llegar al enriquecimiento?.
La Biblia habla de un gobernante que no buscó ser Rey porque su deseo siempre fue el de servir,   Jesús. Él es el único Rey eternamente y siempre, el verdadero gobernante ungido. Quien tiene el favor del Padre y la plenitud de ser Dios. Hoy, como su seguidor, lo proclamo Rey de toda mi vida.
Dios le ha dado todo poder y toda autoridad a Jesús. Como el hijo de Dios, Él es ahora cabeza sobre todas las cosas de su iglesia, Él reina sobre el cielo y sobre la tierra, y tiene las llaves de la vida y de la muerte. Es Rey porque prevalece su humildad, porque si llamara a su iglesia para que lo eligieran por votación, todos los creyentes lo votarían con gozo y efusión.
No hay desilusión entre los realmente redimidos por su gracia y amor. La iglesia no escatimaría ningún gasto para proclamarlo Rey, y si hubiese sufrimiento en esa proclamación, el sufrimiento sería placer. No solamente es Rey…seguirá siendo Rey…y reinará. Eternamente Él es Rey. Hoy todos te saludan, ¡oh Rey!
"Almas vírgenes van delante de ti poniendo alfombras a tus pies y esparciendo en tu camino, azucenas de amor y rosas de gratitud. Traigan delante del Rey la diadema real y coronémoslo delante de todos".
Hoy proclamo que Jesús es el Rey de Sión por derecho de conquista. Él ha tomado y llevado la tormenta de mi corazón y de los corazones de la humanidad, y ha eliminado a los enemigos que lo retuvieron por un rato en el calvario. En el mar rojo de su sangre, Jesús ha ahogado al Faraón de nuestros pecados. Él me ha liberado del yugo de hierro y de la maldición pesada de la ley. Nosotros somos su porción.
¿Quién le arrebatará su conquista? Nadie. Por ello hoy todos te saludan, ¡oh, Rey Jesús! Nosotros, alegremente te proclamamos Rey no solo del universo, sino también de nuestra vida. Hoy te proclamo Rey en mi diario vivir. ¡Oh Rey!, que hoy puedas mandar en mi corazón para siempre. Dulce príncipe de paz.
Señor Jesús, cuán grande es tu nombre. Rey eterno. Hoy quiero proclamar con mis labios y con mi manera de vivir que solo Tú eres Rey. Rey eternamente y por siempre, amén.

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