miércoles, 10 de diciembre de 2014

¿Tengo Que Dar Mi Dinero A La Iglesia?

¿Es aceptable lo que estás dando a Dios? Además del medio ciclo (moneda del templo) que cada hombre debía dar según la ley de Moisés, también debía dar la décima parte de sus ingresos. No había exenciones o deducciones. Además, claro, de los numerosos sacrificios y las ofrendas a los pobres.
En el Nuevo Pacto, sin embargo, el Señor no menciona ninguna cantidad específica que debemos dar. Desde el momento en que nos convertimos en cristianos, nosotros mismos pertenecemos completamente al Señor. En I Corintios 6:19-20, el apóstol Pablo dice: “Vosotros no sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio”. Y Pedro en su primera carta, capítulo 1, versículo 18-19,dice: “Nosotros fuimos redimidos (comprados por precio) no con oro o plata … sino con sangre preciosa, la sangre de Cristo”.
Esto significa que como cristianos, pertenecemos completamente al Señor; todo, nuestros cuerpos, mentes, capacidades y lo que venga a nuestras manos. En Hechos 4:32, se dice de los cristianos en Pentecostés que “y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía”, pero muchos vendieron sus posesiones para suplir las necesidades de los demás. Puesto que nuestros cuerpos, mentes, capacidades y posesiones son en realidad de Dios, somos en realidad, mayordomos de su gracia para utilizar lo que Él nos ha confiado y como quiere.
Es evidente que una parte de lo que nos da, debe emplearse en los gastos para nuestro sustento. Jesús dice en Mateo 6: 31-32, que el Señor sabe que tenemos necesidad de alimentos, ropa y otras necesidades de la vida. En I Timoteo 5:8, el apóstol Pablo dice: “Si alguno no provee para los suyos, y en especial su propia casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”.
Pero aparte de nuestros gastos necesarios para vivir, está la parte del dar a Dios, la cual debe ser invertida en el avance de su reino. De esta forma, se debe apoyar el trabajo y el servicio de cada iglesia local.
Pero, ¿cuánto de nuestro tiempo, energías, y posesiones se debe aportar directamente a la obra del Señor y cuánto para nuestra manutención? Esto se deja a nuestra conciencia y a nuestro mejor juicio, pero en I Corintios capítulo 4, versículo 2 , el apóstol dice: “Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” Al final, por lo tanto, Dios juzgará cómo de fiel ha sido nuestra administración, y cómo hemos usado nuestras habilidades y nuestras posesiones. Hay gente como el pueblo de Israel, que dieron el diezmo de sus ingresos para el Señor y hay otros que dan la mayor parte, y les da para vivir muy bien con el resto. La decisión es de cada uno, pero hay tres principios que pueden ayudarnos en esta decisión.
En primer lugar, una persona debe dar en proporción a lo que tiene, y también como él planea o propone, en su corazón. En el capítulo 8, versículo 12, de la segunda carta a los Corintios, el apóstol dice que lo que se da “es aceptable según lo que uno tiene, no según lo que no tiene”, y en el capítulo 9, versículo 7, que cada persona debe dar “según como se había propuesto en su corazón”. Dar lo que uno “tiene”, significa en proporción a sus ingresos. En la parábola de los talentos, no se espera que el hombre de dos talentos lograra tanto como el de cinco. Es totalmente aceptable también, dar en situaciones de emergencia o por un impulso repentino, como el samaritano que ayudó al hombre en el camino, pero el Señor también quiere que demos según lo que hemos propuesto en nuestros corazones. Nuestro dar tiene que ser un hábito proporcional en la medida con la que nosotros mismos, hemos sido bendecidos.
En segundo lugar, el Señor, en Romanos 12:8, nos llama a dar “con generosidad”. Jesús en Lucas 6 enuncia una verdad universal: “Dad y se os dará; medida buena, apretada, remecida, rebosante se les darán en vuestro regazo. Porque con la medida con que medís, os será medido a ustedes otra vez. “ En Mateo 10:8, dice a sus discípulos: “De gracia recibisteis, dad de gracia.” Dios es, ante todo, el dador de todo lo que somos y tenemos, y es imposible dar más de lo que recibimos. Pero es posible dar siempre más, porque cuanto más damos más recibimos. Cuando Pedro dijo que los discípulos habían dejado todo para seguirlo, que entonces iban a recibir, Jesús dijo: “No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierras, por causa de mí y por causa del evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo … con persecuciones, y en el siglo venidero la vida eterna “, Marcos 10:29-30.
En todo su discurso sobre el dar, Jesús no está hablando solo de dinero, que, aunque importante, es probablemente, el dar menos fructífero que podemos realizar. También cuando visitamos a los huérfanos y a las viudas, como dice Santiago, o ministramos a los extraños, a los enfermos y a los presos, como dijo Jesús, el tiempo, el cariño, la comprensión y el amor pueden ser aún más valiosos que el dinero; cuando tengo tiempo para compartir con otros las verdades que hemos aprendido, este dar es mucho más importante que el dinero.
Por último, hay una condición para que nuestro dar sea aceptable, que debe hacerse con alegría. En II Corintios 9:5-7, el apóstol dice que su dar debe ser “una cuestión de generosidad (generosidad espontánea) y no de extorsión”, como si se estuviera retorciendo por dentro. No deben dar con tristeza, ni por necesidad (porque tienen que dar), porque Dios ama al dador alegre”. Dios no quiere un dar forzado. Evidentemente, es más aceptable para Él, una pequeña ofrenda hecha con alegría que una mayor dada a regañadientes.
Pero para darnos nosotros mismos o de nuestras posesiones alegremente, siempre se requiere madurez. Pablo, en el capítulo 9:8, de II Corintios, habla del dar como una gracia. La gracia es una bella virtud que se vuelve natural y fácil a base de practicarla. Pablo menciona la generosidad de los macedonios, donde “la abundancia de su gozo y su profunda pobreza abundaron en riquezas de su generosidad" 8.2, porque ellos nos rogaron “con muchos ruegos respecto de esta gracia, y la participación en el ministerio a los santos “8.4
3 Cosas a enfatizar: 1. Los hermanos pedían el “privilegio de participar” 2. “dieron de su propia voluntad”. 3.”servicio de los santos” Y Pablo envió a Tito a los corintios a completar esta gracia entre vosotros también.”
Por lo tanto, podemos concluir que, en proporción a todo lo que hemos recibido, la mejor parte de nuestro tiempo, atención, amor y posesiones es la que debemos dar a Dios con alegría. De esta manera será aceptable para Él Señor. Si esa parte, en un primer momento, es pequeña, con la práctica puede llegar a ser una gracia en la vida.
Querido Hermano, si diezmas, gloria a Dios por tu vida y continua haciéndolo, pero debes recordar que en el nuevo pacto es LA MEJOR PARTE DE TODO, así que no te pongas barreras ni limites para dar. Pero además, si no lo haces bajo la justificación de que hoy no se diezma, debes recordar que el dar a Dios debe ser un hábito constante, siempre con LO MEJOR que tienes y llega a tus manos; es de esperar que tu dar sea mayor de lo que dice una ley que no se aplica a nuestro tiempo, como algunos dicen.
En conclusión, si diezmas sigue los principios arriba descritos, y si no lo haces, procura hacerlo de igual forma. ¡Ojo!: Esta no es una apología para no diezmar o para que lo hagas. Son principios que deberían estar presentes en nuestro dar a Dios.

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