Una prueba de fe hace crecer el carácter e integridad, pero cuando Satanás tiene éxito en una tentación, el fruto es culpabilidad.
Suele existir una cierta confusión en el Cuerpo de Cristo, entre el significado y el propósito de la prueba y la tentación.
Una prueba puede ser un juicio de su fe, que Dios permite para sacarlo como oro que ha sido purificado en fuego (1 Pedro 1:7). Y la tentación puede convertirse en un fuego ardiente,... pero el propósito y los resultados finales de los dos son diferentes.
Dios permite la prueba de su fe, pero Satanás es el tentador, él inicia la tentación (Mateo 4:3). Santiago 1:13 nos recuerda que Dios no puede ser tentado por el mal y que Él no tienta a los hombres.
Cuando los israelitas estaban viajando por el desierto, Dios les puso a prueba para aclarar lo que había realmente en el interior de sus almas (Deuteronomio 8:2). Ellos estaban fuera de Egipto, pero los pensamientos de Egipto permanecían en ellos, evidenciados cuando adoraron al becerro de oro (Éxodo 32), que recordaba al dios ídolo Apis, una deidad con forma de toro adorada entre los egipcios.
Nadie sabía qué debilidades permanecían ocultas en lo profundo de sus espíritus, hasta que la presión las hizo salir al exterior. Lo mismo es cierto para nosotros. Puede que sea mal genio, depresión o palabras negativas lo que nos sale hacia fuera. Ya que "de la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12:34), la presión interior sobre el corazón del hombre fuerza a que salgan palabras por la boca, que a veces las personas lamentan haber dicho. La prueba de Dios es para probarle, pero la tentación de Satanás tiene la intención de destruirle (Juan 10:10).
Cuando un creyente soporta una prueba de fe, edifica carácter e integridad. Cuando Satanás tiene éxito en una tentación, el fruto es culpabilidad, condenación y vergüenza.
Todos nos hemos encontrado con numerosas pruebas y tribulaciones durante nuestros años de caminar con Dios. Mirando hacia atrás en el tiempo, cada vez que vencimos y avanzamos, aumentó el fundamento de nuestra fe, ya que edificó más confianza en que Dios podía estar con nosotros en todo (Filipenses 4:13). Pero las tentaciones de Satanás están pensadas para tener el resultado opuesto. Cuando Satanás se arrogó, el ir tras Pedro, el plan era sacudirle como a trigo para hacer que su fe fallase. Pero Cristo intercedió por Pedro antes de ese ataque y oró para que su fe no fallase (Lucas 22:32).
Todas nuestras tentaciones están pensadas para hacer naufragar nuestra fe y causar que fallemos a Dios. De ahí la advertencia de Pablo cuando escribió en 1 Tesalonicenses 3:5: "Por lo cual también yo, no pudiendo soportar más, envié para informarme de vuestra fe, no sea que os hubiese tentado el tentador, y que nuestro trabajo resultase en vano".
Como creyentes, es importante que nunca juzguemos a otros basándonos en las tentaciones y presiones que afrontan. Cuando juzgamos a otros, pensemos primero, que nosotros también estamos expuestos a experimentar las mismas dificultades que ellos encuentran. "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado" (Gálatas 6:1).
Entre las diferencias entre una prueba y una tentación, la diferencia es que la prueba que Dios envía a nuestro camino, al final tendrá una conclusión, pero las tentaciones de Satanás nunca acabarán mientras vivamos en un cuerpo de carne. Cuando Cristo fue tentado durante su ayuno de cuarenta días, Satanás se alejó de Él, pero solamente "por un tiempo" (Lucas 4:13).
Ya que vivimos en un cuerpo terrenal en un planeta de carne y sangre, y el adversario tiene acceso a nuestra información, incluyendo fortalezas y debilidades, de vez en cuando experimentaremos tentación. Sin embargo, ser tentado no es pecado, porque Cristo mismo fue tentado pero nunca se sometió a la voz del enemigo. Se han dado numerosas provisiones de ayuda en la Palabra, para ayudarle a evitar caer en una trampa, para ayudarle a escapar cuando haya entrado en una, o para sacarle del lazo del enemigo cuando esté usted en la misma trampa. El mejor método de batalla es adelantarse a la guerra, y eso se hace cuando evitamos caer en la tentación.
No se meta usted mismo en una trampa, al tener camaradería con los viejos compañeros con los que consumía drogas y que siguen vendiéndola, o al comer en restaurantes con los viejos amigos con los que salía a beber y que siguen tomando alcohol, y en donde mujeres con muy poca ropa andan alrededor como si estuvieran compitiendo en una exhibición.
Es mucho más sencillo prevenir una tentación al controlar las circunstancias para que no se produzcan, que luchar contra ella, con las circunstancias que usted mismo ha permitido. Satanás es el tentador, y se nos puede dar una vía de escape si estamos dispuestos a tomarla.
Es mejor adelantarse a la guerra que participar en ella.
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