Hace una semana me encontré con un amigo que estaba desconsolado, se había quedado sin trabajo, su matrimonio no andaba bien, se le terminaba el dinero que tenía y para completar el panorama, tenía que pagar al banco a fin de mes.
Todos, de cierta forma y en algún momento de nuestras vidas, pasamos por preocupaciones, desesperanza e incertidumbre; y no sabemos qué nos espera el día de mañana.
Las reacciones ante estas situaciones son muy diferentes. Algunos acuden a adivinos para hacerse unas limpias y quitarse la mala suerte, cuando en realidad lo único que hacen es ensuciarse el alma. Otros no quieren luchar y piensan que el suicidio es una solución para no sufrir más, creen que de esta forma, sus problemas se resolverán. Otro gran porcentaje se refugia en el alcohol y otras drogas creyendo que así podrán olvidar y encontrar alivio, pero no se dan cuenta que este método es pasajero y no soluciona nada, al contrario, lo empeora totalmente.
Existe también, un grupo más pequeño que acude a Dios. Nuestro pasado, presente y futuro debería estar en sus manos, pues no hay un lugar más seguro. Él es muro de fuego alrededor de todos aquellos que le temen, es la firme roca, el apoyo con el que podemos construir nuestra vida, familia y sociedad, nuestro pronto auxilio en medio de las tribulaciones. Solo en sus manos misericordiosas vamos a encontrar paz en medio de la tormenta.
Y si quieres saber verdaderamente, qué te depara la vida más adelante, corre a los brazos de Dios. En Él tu pasado, tu presente y tu futuro están asegurados.
“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmos 46:1 (RVR1960)
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