Puede que no lograras lo que querías durante todo el año. Hubo fracasos, caídas, tropiezos y piensas que no existirá diferencia alguna entre el año que se va y el que viene. Pero no tienes por qué pensar eso, la esperanza es la expectativa de que lo que se desea se puede lograr, de que todo saldrá bien, que sí existe un futuro mejor.
Como nos dice la Biblia, “somos salvados por la esperanza”. Nunca hemos necesitado estar tan llenos de esperanza como hoy en día. Ésta sobrepasa la situación económica más difícil, sobrepasa los problemas en la familia, en el matrimonio, nos da la percepción de que los valores de nuestra sociedad se van deteriorando y,... ¿son ajenos a nosotros?
Si tú tienes esperanza, inspirarás a otras personas también a tenerla. Mantén la tuya y contágiala porque nada la derrota.
Seguro que escuchaste ese viejo dicho que dice: “donde hay vida, hay esperanza”; pero hay otro mejor “donde hay esperanza, hay vida”. Tú nunca serás vencido, nunca serás derrotado si jamás la pierdes. Es Dios quien da poder, y cuando Él llega a tu corazón la esperanza también lo hará.
Ten en mente que cuando estés agobiado por las dificultades, las tristezas, las enfermedades y los problemas, la esperanza que Dios da es una esperanza auténtica, una esperanza que salva, que no es ciega ni egoísta. Recuerda que como la primavera, la esperanza siempre regresa.
¡Esperanza! Pronuncia esa palabra como el último pensamiento antes de acostarte, y repítela como el primer pensamiento de la mañana.
“Lo que sí hago es olvidarme de lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante, para llegar a la meta y ganar el premio celestial que Dios nos llama a recibir” Filipenses 3:13,14.
Estás invitado a dejar atrás todo lo malo que te sucedió este año. Deja que la esperanza que Dios te ofrece, renueve y despierte tus sueños, pues lo que Dios tiene para ti es maravilloso.
Si hoy estás con vida, es porque aún hay esperanza y Dios quiere hacer real cada uno de tus sueños.
Comienza a explotar tu potencial y da lo mejor de ti.
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