sábado, 4 de octubre de 2014

Cuando su boca lo mete en problemas

Frecuentemente oro el Salmo 141:3 (Pon guarda a mi boca, oh Jehová; Guarda la puerta de mis labios), porque sé que cada día necesito ayuda con mi boca. Quiero que el Espíritu Santo me dé conocimiento cuando estoy hablando demasiado, cuando estoy diciendo cosas que no debería, cuando estoy hablando negativamente, cuando me estoy quejando, cuando estoy resonando severamente o cuando me he enredado en cualquier clase de “charlas indebidas”.
Toda cosa que ofenda a Dios en nuestra conversación, debe ser eliminada. Por esto necesitamos orar continuamente: “Señor, ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios”.
Otra escritura sobre la importancia de vigilar lo que decimos es el Salmo 17:3: “¡No pasarán por mis labios palabras como las de otra gente!”. Esto viene a decir que, es necesario proponerse guardar nuestras bocas de hablar cosas malas o negativas. Resolvemos no hablarlas. Cualquier cosa que hablemos en esta vida de fe, debemos hacerla con propósito. Elegimos disciplinarnos así. Esto no es necesariamente fácil, pero comienza con una decisión seria. Durante los tiempos difíciles, cuando la tormenta está rugiendo, necesitamos proponer guardar nuestras bocas de las transgresiones.
Una tercera escritura que oro regularmente sobre el tema es el Salmo 19:14: “Sean, pues, aceptables ante ti mis palabras y mis pensamientos, oh Señor, Roca mía y Redentor mío”.
¿Está teniendo dificultades con su boca? Ore la Palabra. La Palabra de Dios es lo que trae el poder del Espíritu Santo. Deje que esas escrituras sean el grito de su corazón. Sea sincero en su deseo de ganar la victoria en este aspecto, y mientras busca a Dios para que lo ayude, comenzará a darse cuenta de que está cambiando. Esto es lo que el Señor puede hacer por todos; él no hace distinciones entre las personas (Hechos 10:34). Todos los que siguen las directrices ordenadas por Dios, obtienen resultados ordenados por Dios.
“Señor, oro que me ayudes a desarrollar la sensibilidad del Espíritu Santo en todo lo concerniente a mi manera de hablar. No quiero ser obstinado como un caballo o una mula que no obedecen sin una brida. Quiero moverme en tu dirección cuando me des un suave golpecito. Pon un guardia sobre mis labios y permite que todas mis palabras sean aceptables a tus ojos, oh Señor, mi Fortaleza y mi Redentor. En el nombre de Jesús, amén”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario