jueves, 18 de septiembre de 2014

Un deber cristiano

¿Está usted ayudando a cuidar y mantener a cualquier pariente, de quien sabe que no puede hacerlo por sí mismo, especialmente padres y abuelos? ¿Les hizo saber que hacerlo es la voluntad de Dios? Es nuestro deber cristiano (vea 1 Timoteo 5:4).
Yo fui abusada durante mi infancia y, por consiguiente, mi actitud hacia esta instrucción bíblica era que estaba exenta de esta expectativa por como fui tratada. Después de todo, ¿cómo podía Dios esperar que yo cuidara a las personas que nunca hicieron por mí más que hacerme daño? Quizás usted haya sido lastimado por sus padres y ahora los ignora. Esto es comprensible, pero no aceptable. Debemos entender que "la persona lastimada suele lastimar a otras personas", sí, pero debemos desarrollar una actitud misericordiosa e indulgente hacia quienes nos han hecho daño. Cuando realmente hemos perdonado, nos sentimos deseosos de ayudar a todos, incluso a quienes no merecer ser ayudados. Nosotros no merecemos la ayuda de Dios pero, de todos modos, Él nos ayuda y espera que hagamos lo mismo con otros.
Aunque era difícil, llegó un momento en que tomé la decisión de hacerme cargo del cuidado de mis ancianos padres, y, como resultado, he visto el favor y la bendición de Dios. Podemos hacer otras "buenas obras", u "obras de iglesia", pero si hacemos caso omiso de este deber, no estamos haciendo lo debido. Si un creyente deja de proveer para sus parientes, es peor que un incrédulo y no cumple sus obligaciones en esta materia (vea 1 Timoteo 5:8).

Tal vez usted no fue maltratado por sus padres, pero está ahora demasiado ocupado para llamarlos a ellos, a sus abuelos y sus otros parientes. Quizás su agenda esté demasiado completa para desempeñar sus funciones familiares. La mayoría de nuestros programas a hacer están demasiado llenos de cosas que no son muy importantes. Están llenos de cosas que queremos hacer, no de cosas que debamos hacer. Aunque Dios quiere que seamos bendecidos y tengamos cubiertos nuestros deseos, Él desea, primero y principalmente, que cumplamos nuestro deber como creyentes en Jesucristo. Y si no cuidamos a nuestras propias familias, Dios no está contento.
La Palabra de Dios enseña que no debemos escondernos de las necesidades de nuestra propia carne y sangre (vea Isaías 58:7). La instrucción es seguida por una promesa de bendición: "Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá" (Isaías 58:8). Las bendiciones siguen a la obediencia. Usted será bendecido cuando lo haga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario