Aunque era difícil, llegó un momento en que tomé la decisión de hacerme cargo del cuidado de mis ancianos padres, y, como resultado, he visto el favor y la bendición de Dios. Podemos hacer otras "buenas obras", u "obras de iglesia", pero si hacemos caso omiso de este deber, no estamos haciendo lo debido. Si un creyente deja de proveer para sus parientes, es peor que un incrédulo y no cumple sus obligaciones en esta materia (vea 1 Timoteo 5:8).
Tal vez usted no fue maltratado por sus padres, pero está ahora demasiado ocupado para llamarlos a ellos, a sus abuelos y sus otros parientes. Quizás su agenda esté demasiado completa para desempeñar sus funciones familiares. La mayoría de nuestros programas a hacer están demasiado llenos de cosas que no son muy importantes. Están llenos de cosas que queremos hacer, no de cosas que debamos hacer. Aunque Dios quiere que seamos bendecidos y tengamos cubiertos nuestros deseos, Él desea, primero y principalmente, que cumplamos nuestro deber como creyentes en Jesucristo. Y si no cuidamos a nuestras propias familias, Dios no está contento.
La Palabra de Dios enseña que no debemos escondernos de las necesidades de nuestra propia carne y sangre (vea Isaías 58:7). La instrucción es seguida por una promesa de bendición: "Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá" (Isaías 58:8). Las bendiciones siguen a la obediencia. Usted será bendecido cuando lo haga.
Tal vez usted no fue maltratado por sus padres, pero está ahora demasiado ocupado para llamarlos a ellos, a sus abuelos y sus otros parientes. Quizás su agenda esté demasiado completa para desempeñar sus funciones familiares. La mayoría de nuestros programas a hacer están demasiado llenos de cosas que no son muy importantes. Están llenos de cosas que queremos hacer, no de cosas que debamos hacer. Aunque Dios quiere que seamos bendecidos y tengamos cubiertos nuestros deseos, Él desea, primero y principalmente, que cumplamos nuestro deber como creyentes en Jesucristo. Y si no cuidamos a nuestras propias familias, Dios no está contento.
La Palabra de Dios enseña que no debemos escondernos de las necesidades de nuestra propia carne y sangre (vea Isaías 58:7). La instrucción es seguida por una promesa de bendición: "Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá" (Isaías 58:8). Las bendiciones siguen a la obediencia. Usted será bendecido cuando lo haga.
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