El mes de Abril de 1912 fue marcado tremendamente, por el hundimiento del trasatlántico bautizado como el Titánic.
Una de las causas de esa tragedia fue el exceso de confianza que se había puesto en la fortaleza de la nave. Las autoridades marítimas creían que no podía hundirse porque estaba perfectamente construido. El casco del trasatlántico estaba dividido en compartimentos estancos, de manera tal que si uno era inundado, los otros quedarían cerrados herméticamente y el barco permanecería a flote. Basados en esta suposición se hizo navegar el barco a toda velocidad por la noche, en una región donde había grandes masas de hielo flotantes, cuyos pedazos dentro del mar eran más grandes y no se podían percibir a simple vista.
Como todos sabemos, el Titánic chocó contra una de estas formaciones y comenzó a hundirse porque negligentemente, por ser el primer viaje, los compartimientos no habían sido bien cerrados. Muchos creyeron que el barco no se hundiría nunca pero hoy la nave yace en el fondo del mar.
En ocasiones, solemos actuar igual que la gente encargada de hacer navegar el Titánic, depositamos nuestra confianza solo sobre las cosas que creemos seguras. La razón humana busca tranquilidad en lugares en los que cree que hay firmeza: dinero, aspecto físico, estatus social, inteligencia, etc. No podemos negar que ver riquezas o talentos nos puede proporcionar una sensación de seguridad pero, al igual que el Titanic, nunca podremos ver cuán débiles son hasta que algo inesperado golpee contra ellos y termine destruyéndolo todo.
El Titánic se hundió en su primer viaje por el descuido del hombre, de igual forma, la negligencia de uno mismo en una relación matrimonial, de familia, ministerio, finanzas, trabajo, empresa, etc., podría desembocar en que todo podría acabar en fracaso.
Sería mejor depositar nuestra confianza en algo realmente confiable, ser precavidos y hacer caso del consejo que encontramos en Proverbios 3:5: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia”
Deja de poner tu confianza en las cosas que ves, porque muchas de ellas se corrompen y se acaban. Pero Dios es eterno, su amor nunca se aparta y siempre estará para quien lo busque de corazón humilde.
“Porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia, y la fidelidad de Jehová es para siempre.” Salmos 117:2
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