Si somos Linaje de Cristo, somos Linaje de Abraham, y si somos Linaje de Abraham, tenemos las promesas de Dios en nuestras vidas. Ser de Cristo conlleva vivir una vida nueva y libre de pecados. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). De modo que “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y Justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
¿Qué quiere decir linaje de Dios? Descendencia de sangre. Descendencia e hijos escogidos por Dios. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1 Pedro 2:9-10). ¡Aleluya!
“Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama !Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).
Para ser heredero de Dios y gozar de Sus ricas bendiciones cada día, tenemos que dar un paso de fe y ser sus hijos recibiendo a Cristo. El Apóstol Juan nos dice con detalle: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él, porque le veremos tal como Él es” (1 Juan 3:2).
Cuando leemos en Génesis, la historia de Abraham y su obediencia, podemos ver que a Dios le agradó la manera en que él actuó, no importándole dejar su parentela y vivir por fe como nómada en el desierto. Todos tenemos muchas amistades y conocidos, pero dentro de ese grupo de amigos, siempre existirá uno que es incondicional. Dios encontró en Abraham, una actitud sincera e incondicional, Dios descubrió en Abraham, a un amigo fiel. Las cualidades de Abraham lo situaron con altos honores, ganándose el título de "el Padre de la Fe". Pero, ¿Abraham fue perfecto? claro que no, él cometió errores como todos, pero hubo una gran diferencia en él, que lo alejó poco de ser perfecto: su fe y su obediencia a Dios.
Cuando Dios lo llamó le dijo: “Yo soy El Sadday, camina en mi presencia y sé perfecto. Yo establezco mi alianza entre nosotros dos, y te multiplicaré sobre manera (Génesis 17; 1-2), Dios le otorgó a Abraham bendiciones sobreabundantes en la tierra y a su linaje también, y lo bendijo con su Ciudadanía en los Cielos.
Todos tenemos una ciudadanía que es la ciudadanía de la tierra, como por ejemplo, yo nací en España, por tanto soy ciudadano español. Pero para obtener una Ciudadanía Eterna con Dios es necesario tener otro nacimiento, y ese nacimiento es el Nacimiento del Espíritu Santo de Dios en nuestros corazones. Por esta razón, cuando aceptamos a Dios como nuestro Salvador espiritual, en espíritu y en verdad, automáticamente obtenemos en nuestras vidas Ciudadanía en los Cielos.
“Mas nuestra ciudadanía está en los Cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al Cuerpo de la gloria Suya, por el poder con el cual puede también sujetar a Sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:20-21). Recuerda que la Ciudadanía de los Cielos debes mantenerla como Dios manda. Si caminas por el mal camino siendo hijo de Dios, pones en riesgo tu Ciudadanía Celestial. Dios no solamente nos bendecirá con la Ciudadanía en los Cielos, Él por Su misericordia, nos bendice también en la tierra. Y para recibir sus ricas bendiciones cada día, es necesario dar un paso de fe como lo hizo Abraham.
Aceptar a Jesús como tu Salvador espiritual significa tener las puertas abiertas para tu Ciudadanía en los Cielos y tu destino exitoso en la tierra. El Señor tiene un Plan Perfecto para tu vida y la de tu familia, y dentro de Su Plan hay bendición y no calamidad. El Señor Jesucristo es tu Capitán que te dirigirá por el camino que debes andar; sin la guía del Señor no podrás llegar a la meta final.
Cuando tú aceptas a Jesús como tu Salvador personal, y comienzas a buscarlo en espíritu y en verdad, con todo tu corazón diariamente, Él empezará a revelar su propósito para tu vida.
Señor Jesucristo, vengo a ti así como soy, un pecador/(a), me arrepiento de todos mis pecados. Límpiame de toda maldad, renuncio a Satanás y a todas sus mentiras. Reconozco que eres el Hijo de Dios y que moriste por mí. Señor, yo me entrego a ti por completo, entra a mi corazón, te acepto como mi Señor y Salvador. Hazme la persona que Tú quieres que yo sea, sana mi cuerpo, alma y espíritu, cúbreme con Tu preciosa Sangre, escribe mi nombre en El Libro de Vida y lléname con tu Espíritu Santo. Gracias Señor, por salvarme, gracias por hacerme una criatura nueva de Dios, en el nombre de Jesucristo, Amén.
Si decidiste convertirte en un cristiano en el día de hoy, bienvenido a la familia de Dios. Ahora, como una forma de crecer más en Dios y en Su Palabra, escudriña la Palabra, medita, léela diariamente y comparte tu experiencia con otras personas de tu nueva fe en Cristo. Bautízate como lo ordenó Cristo. Pasa tiempo con Dios cada día, simplemente desarrolla el hábito diario de orar y leer su Palabra. Pídele a Dios que incremente tu fe y te dé comprensión de Su palabra; aplícala en tu diario vivir. Encuentra una iglesia local en la que puedas adorar a Dios. ¡Adóralo, que Él vive! Él hará grandes cosas en tu vida.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga Vida Eterna” (Juan 3:16).
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