Para conceder que a los que lloran (...) manto de alabanza en vez de espíritu abatido; para que sean llamados robles de justicia, plantío del Señor, para que Él sea glorificado (Isaías 61:3, NBLH).
Cuando te pones el manto de alabanza, el espíritu de angustia tiene que irse. A veces no tendrás ganas de hacerlo; no tendrás ganas de tener una buena actitud; no tendrás ganas de estar agradecido. Por eso Dios dice que ofrezcamos sacrificio de alabanza. Dios sabía que no siempre sería fácil.
Tendrás que mantenerte firme y decir: “Dios, no tengo ganas de hacer esto. No parece que vaya a funcionar. Estoy cansado, y me siento solo y desalentado. Pero Dios, sé que Tú sigues estando en el trono. Sé que Tú eres bueno, y que lo eres todo el tiempo, y por eso escojo darte alabanza. Escojo darte gracias de todos modos”.
Cuando ofreces un sacrificio de alabanza, comienzan a suceder cosas sobrenaturales. La Escritura cuenta la historia del apóstol Pablo y su compañero Silas. Ellos estaban encarcelados por compartir su fe y habían sido injustamente golpeados ese mismo día. ¿Qué estaban haciendo en la medianoche en su celda de la cárcel? ¿Se quejaban?, ¿sentían lástima de sí mismos? o decían: “Dios, no eres justo, ¿dónde estabas hoy?”
No, estaban cantando alabanzas y dando gracias a Dios. Decían: “Dios, sabemos que Tú eres mayor que nuestros problemas. Sabemos que sigues teniendo el control. Tú puedes sacarnos de aquí”. En efecto, en la medianoche hubo un gran terremoto, y las puertas de la cárcel se abrieron. Las cadenas cayeron, y Pablo y Silas salieron de allí como hombres libres. ¿Qué fue el comienzo de todo? Que ellos ofrecieron sacrificio de alabanza.
Realmente, cualquiera puede tener una buena actitud cuando todo va bien. Todos podemos celebrar y estar agradecidos cuando estamos en la cima de la montaña, pero ¿dónde están las personas que alaban a Dios cuando todo se desploma? ¿Dónde están las personas que se levantan cada mañana y se preparan para la victoria y el aumento, a pesar de los malos informes que predicen pesimismo? ¿Dónde están las personas que dicen: “Dios, te sigo alabando aunque el informe médico no fue bueno”? Tú eres una de esas personas; tienes una gran fe, y tus raíces son muy profundas. Podrías quejarte, podrías desalentarte, podrías tener resentimiento, pero en cambio, sigues dando alabanza a Dios. Sigues teniendo esa sonrisa en tu cara. Haces lo correcto aunque esté sucediendo lo incorrecto.
Por eso saldrás por mayores victorias. Amplía tu visión. Quita a Dios todos los límites. Aún no has visto tus mejores tiempos. Dios tiene victorias en tu futuro que te sorprenderán, pues Él intervendrá y aparecerá de maneras inusuales. Puede que en este momento estés en un período difícil, pero recuerda lo siguiente: el enemigo siempre lucha más cuando sabe que Dios tiene algo grande preparado para ti.
Padre, hoy me sacudo la pesadez, la frustración y el desaliento, y decido ponerme el manto de alabanza. Te agradezco que estás aquí conmigo ahora, habitando en mis alabanzas y echando fuera todo enemigo. Bendeciré tu nombre continuamente mientras resisto y veo la victoria que tienes preparada para mí. En el nombre de Jesús. Amén.
Cuando te pones el manto de alabanza, el espíritu de angustia tiene que irse. A veces no tendrás ganas de hacerlo; no tendrás ganas de tener una buena actitud; no tendrás ganas de estar agradecido. Por eso Dios dice que ofrezcamos sacrificio de alabanza. Dios sabía que no siempre sería fácil.
Tendrás que mantenerte firme y decir: “Dios, no tengo ganas de hacer esto. No parece que vaya a funcionar. Estoy cansado, y me siento solo y desalentado. Pero Dios, sé que Tú sigues estando en el trono. Sé que Tú eres bueno, y que lo eres todo el tiempo, y por eso escojo darte alabanza. Escojo darte gracias de todos modos”.
Cuando ofreces un sacrificio de alabanza, comienzan a suceder cosas sobrenaturales. La Escritura cuenta la historia del apóstol Pablo y su compañero Silas. Ellos estaban encarcelados por compartir su fe y habían sido injustamente golpeados ese mismo día. ¿Qué estaban haciendo en la medianoche en su celda de la cárcel? ¿Se quejaban?, ¿sentían lástima de sí mismos? o decían: “Dios, no eres justo, ¿dónde estabas hoy?”
No, estaban cantando alabanzas y dando gracias a Dios. Decían: “Dios, sabemos que Tú eres mayor que nuestros problemas. Sabemos que sigues teniendo el control. Tú puedes sacarnos de aquí”. En efecto, en la medianoche hubo un gran terremoto, y las puertas de la cárcel se abrieron. Las cadenas cayeron, y Pablo y Silas salieron de allí como hombres libres. ¿Qué fue el comienzo de todo? Que ellos ofrecieron sacrificio de alabanza.
Realmente, cualquiera puede tener una buena actitud cuando todo va bien. Todos podemos celebrar y estar agradecidos cuando estamos en la cima de la montaña, pero ¿dónde están las personas que alaban a Dios cuando todo se desploma? ¿Dónde están las personas que se levantan cada mañana y se preparan para la victoria y el aumento, a pesar de los malos informes que predicen pesimismo? ¿Dónde están las personas que dicen: “Dios, te sigo alabando aunque el informe médico no fue bueno”? Tú eres una de esas personas; tienes una gran fe, y tus raíces son muy profundas. Podrías quejarte, podrías desalentarte, podrías tener resentimiento, pero en cambio, sigues dando alabanza a Dios. Sigues teniendo esa sonrisa en tu cara. Haces lo correcto aunque esté sucediendo lo incorrecto.
Por eso saldrás por mayores victorias. Amplía tu visión. Quita a Dios todos los límites. Aún no has visto tus mejores tiempos. Dios tiene victorias en tu futuro que te sorprenderán, pues Él intervendrá y aparecerá de maneras inusuales. Puede que en este momento estés en un período difícil, pero recuerda lo siguiente: el enemigo siempre lucha más cuando sabe que Dios tiene algo grande preparado para ti.
Padre, hoy me sacudo la pesadez, la frustración y el desaliento, y decido ponerme el manto de alabanza. Te agradezco que estás aquí conmigo ahora, habitando en mis alabanzas y echando fuera todo enemigo. Bendeciré tu nombre continuamente mientras resisto y veo la victoria que tienes preparada para mí. En el nombre de Jesús. Amén.
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