La fundación en Palestina en 1948, de un Hogar Nacional para los judíos, "electrificó" el cerebro de la gente pensante del mundo. Los logros agrícolas, culturales, científicos, industriales, tecnológicos y militares de los modernos israelíes, no han pasado desapercibidos ante la asombrada humanidad.
El audaz comando israelí que el 4 de julio de 1976, rescató 103 rehenes de un avión comercial secuestrado hasta el aeropuerto de Entebe en Uganda; la destrucción relámpago de un reactor nuclear en las afueras de Bagdad, Irak, el 7 de junio de 1981, conocida como "operación Ópera", y otros actos audaces ejecutados por Israel, han inyectado una dosis fuerte de emociones al corazón del hombre universal. Mientras Israel es para algunos, el milagro de la profecía y el cumplimiento de las promesas o pactos que Dios hizo con los patriarcas, para otros el Israel de hoy es una entidad desligada de Dios y divorciada de las profecías de la Biblia.
Está de moda hablar del “Israel Antiguo” y del “Israel Moderno” como dos entidades diferentes, desarticuladas, sin relación la una con la otra. Modernamente, están los que consideran un acto de audacia intelectual personal, el poner en duda el derecho del Israel de hoy a llamarse “pueblo escogido”, y también se cuestiona seriamente, si la Tierra Prometida al Antiguo Israel le pertenece al Moderno Israel.
Lo que más sorprende es encontrar cristianos destacados, comulgando con ideas que ponen bajo escrutinio la moralidad misma de la existencia de Israel como nación. En su libro “El Horno del Señor – Reflexiones sobre la Redención de la Ciudad Santa”, su autora, cita con profusión, las opiniones de los que descalifican a Israel y quienes ponen en tela de juicio su derecho a una existencia nacional. La autora, aunque no define con claridad su posición personal, hace creer que está del lado de los impugnadores, debido a la abultada carga de sus profusas citas reflejando la opinión de los enemigos de Israel.
Lo que más sorprende es encontrar cristianos destacados, comulgando con ideas que ponen bajo escrutinio la moralidad misma de la existencia de Israel como nación. En su libro “El Horno del Señor – Reflexiones sobre la Redención de la Ciudad Santa”, su autora, cita con profusión, las opiniones de los que descalifican a Israel y quienes ponen en tela de juicio su derecho a una existencia nacional. La autora, aunque no define con claridad su posición personal, hace creer que está del lado de los impugnadores, debido a la abultada carga de sus profusas citas reflejando la opinión de los enemigos de Israel.
Un alegato favorito de este pensamiento dice que, las profecías concernientes al regreso de Israel a la tierra ya se cumplieron cabalmente, cuando en el año 538 A.C. se produjo el regreso de los judíos de la cautividad faraónica. El regreso fue permitido por un edicto del rey Ciro. Si al lector le queda alguna duda en su mente, aunque sea pequeña, sobre si las profecías del antiguo Testamento son ya "historia" o si todavía tienen "perspectiva futura", abra su Biblia al profeta Amós, capítulo nueve, y lea los versículos 14 y 15. Dicen estos versículos así: “Y tornaré el cautiverio de mi pueblo Israel”, - o como dicen otras versiones – “cambiaré la fortuna o suerte de Israel, y edificarán las ciudades asoladas y las habitarán; y plantarán viñas, y beberán el vino de ellas; y harán huertos y comerán del fruto de ellos. Pues los plantaré sobre su tierra, y nunca más serán arrancados de su tierra que yo les di, ha dicho Jehová Dios tuyo”.
De las diez promesas contenidas en esta profecía, sólo la primera “los traeré de la cautividad”, puede decirse, si se quiere, que ya se cumplió a rajatabla con el regreso de Babilonia. Como consecuencia del regreso, que se ha venido produciendo desde el año mil ochocientos y pico, se ha evidenciado el trabajo de los judíos por reedificar y restaurar la vida en las ciudades antiguas y asoladas, como dice la profecía. Tan literal ha sido este esfuerzo, que hasta el nombre antiguo ha sido preservado para estas ciudades. Lo mismo es cierto también de las promesas restantes en esta profecía. Observe especialmente, la última parte del versículo quince: “Los plantaré sobre su tierra y nunca serán arrancados de su tierra...”
Pero, ¡los judíos volvieron a ser arrancados después del regreso de Babilonia! En el año 70 de la era cristiana, las hordas romanas destruyeron Jerusalén y el templo. Tres años más tarde los romanos conquistaron la fortaleza Masada. Alrededor del año 132 hasta el 135 de la era cristiana, se llevó a cabo la última rebelión judía contra los romanos, encabezada por Simón Barcochbá. A raíz de estos acontecimientos, los romanos expulsaron a los judíos de Jerusalén y les prohibieron regresar allí o encarar la muerte. Los romanos cambiaron hasta la fisonomía de la ciudad, y le cambiaron el nombre de Jerusalén por Aelia Capitolina. Incluso Israel cesó como nación, para convertirse en una provincia romana a la cual llamaron Siria-Palestina. Esta expulsión comenzó con el Galut o Diáspora o dispersión de los judíos, que ha durado casi dos mil años. Los judíos fueron literalmente, “arrancados” de la tierra que Jehová les dio. Está claro entonces, que la profecía de Amós no apuntaba hacia aquel regreso de Babilonia sino que Amós hablaba para nuestros tiempos.
Estudiando a los profetas del antiguo Pacto, uno llega a la conclusión de que ellos hablaron de dos restauraciones de Israel, su tierra. La primera restauración tuvo cumplimiento al regreso del exilio babilónico. La otra comenzó con las primeras olas de inmigrantes venidos de Rusia alrededor de 1882-1884, y en fechas sucesivas. Los historiadores judíos hablan de siete "aliyahs" u olas de regreso y afirman que, desde el principio de estas aliyahs en 1882, hasta la fundación del Estado de Israel en 1948, regresaron a Palestina 550.000 judíos. En los primeros seis años después de la declaración de independencia del estado de Israel, y la promulgación de la “Ley del Retorno”, 727.000 judíos más ingresaron a Palestina. Y así las "aliyahs" han seguido y seguirán sus movimientos ondulantes hasta terminar por completo.Pero, ¡los judíos volvieron a ser arrancados después del regreso de Babilonia! En el año 70 de la era cristiana, las hordas romanas destruyeron Jerusalén y el templo. Tres años más tarde los romanos conquistaron la fortaleza Masada. Alrededor del año 132 hasta el 135 de la era cristiana, se llevó a cabo la última rebelión judía contra los romanos, encabezada por Simón Barcochbá. A raíz de estos acontecimientos, los romanos expulsaron a los judíos de Jerusalén y les prohibieron regresar allí o encarar la muerte. Los romanos cambiaron hasta la fisonomía de la ciudad, y le cambiaron el nombre de Jerusalén por Aelia Capitolina. Incluso Israel cesó como nación, para convertirse en una provincia romana a la cual llamaron Siria-Palestina. Esta expulsión comenzó con el Galut o Diáspora o dispersión de los judíos, que ha durado casi dos mil años. Los judíos fueron literalmente, “arrancados” de la tierra que Jehová les dio. Está claro entonces, que la profecía de Amós no apuntaba hacia aquel regreso de Babilonia sino que Amós hablaba para nuestros tiempos.
Para fortalecer esta argumentación, citaremos ahora el capítulo 11:11 del profeta Isaías, que lee así: “Acontecerá en aquel tiempo (entiéndase tiempo del fin), que Jehová extenderá a poner otra vez su mano para rescatar las reliquias o remanentes o resto de su pueblo que fueron dejadas en Asiria, en el Alto y el Bajo Egipto, Etiopía, Persia, Caldea, y Amath y de las Islas del Mar. Y levantará pendón a las gentes, y juntará a los desterrados de Israel, y reunirá los esparcidos de Judá DE LOS CUATRO CANTONES DE LA TIERRA”.
A resaltar tres cosas sin considerar nada más: primero, el hecho de que JEHOVÁ volverá a extender su mano, es decir, Jehová lo hará una segunda vez. Segundo, el regreso de Babilonia fue solamente parcial, ya que se necesitará una segunda “extensión” de la mano de Jehová sobre su pueblo. Tercero, los desterrados han estado regresando de muchos lugares, de los CUATRO CANTONES DE LA TIERRA, y de las islas del Mar de Oceanía y no de Babilonia solo. Babilonia (Caldea) es solo parte del conjunto de naciones desde donde los judíos regresarían. El carácter de esta ‘aliyah’ de que nos habla Isaías es, pues, universal. Los profetas Ezequiel, Oseas, Amós, Miqueas, Sofonías, Zacarías y Jeremías armonizan con Isaías, en cuanto a que esta última ‘aliyah’ es universal.
En conclusión, la restauración de los hijos de Abraham a su tierra después de la cautividad babilónica, no es la misma que la restauración o regreso universal en "aquel tiempo", o sea, el tiempo del fin. Y tampoco se puede divorciar a un Israel del otro. Hay un solo Israel, para quien Dios ha prometido una fenomenal restauración en el tiempo del fin.
La Biblia nunca falla. Lo que predijo sobre Israel se ha cumplido en el pasado, se cumple en el presente y tendrá cabal cumplimiento en el futuro. La Biblia es un libro fiable porque cumple lo que promete y concreta lo que profetiza. Por consiguiente, todos le debemos un poquito de respeto a este libro. Debemos respetarlo porque, también traerá a concreción lo que ha afirmado que será la suerte del pecador impenitente.
-¿Pecador, dije?
-Sí, ¡pecador!
-Hablo de usted y de mí.
Hay, sin embargo, una marcada diferencia entre pecadores impenitentes y los penitentes. La Biblia afirma que “los malos” o impenitentes serán “¡trasladados al infierno, toda la gente que se olvida de Dios!” (Salmos 9:17). Pero dice además, que “Dios enseña su amor hacia nosotros en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8). La ensangrentada muerte de Cristo puede evitarnos la condenación eterna. Según las Escrituras, los pecadores que reciben a Cristo en sus corazones tienen la potestad de llamarse hijos de Dios (Juan 1:12).
Reciba usted ahora mismo a Jesucristo, y participe en seguida de la sagrada familia, la familia de Dios. Renuncie ahora mismo al sector de pecadores que se “olvidan” de Dios y que serán trasladados al infierno. Ingrese por la fe y el arrepentimiento, al reducido sector de los pecadores que se “acuerdan” de Dios, y que serán trasladados al cielo cuando Jesucristo aparezca de nuevo.
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