En el pasaje conocido como la Gran Comisión, Mateo 28;18-20, el Señor Jesús menciona al discipulado, al bautismo y a la enseñanza. Todos estamos de acuerdo con que el discipulado y la enseñanza son esenciales para crecer en la fe; sin embargo, algunos cristianos relegan o ignoran la orden de ser bautizados. La voluntad de Dios es que cada persona que recibe la salvación, ponga en práctica esta ordenanza bíblica dada por Jesucristo.
La Biblia contiene varios ejemplos de nuevos creyentes que se sometieron al bautismo por obediencia, después de ser salvos. Pablo y Silas dijeron a su carcelero que recibiera a Cristo y que fuera bautizado (Hechos 16.27-33). Asimismo, Felipe bautizó al eunuco etíope después de escuchar su confesión de fe (Hechos 8.36-38).
Actualmente, muchos creyentes rehúsan hacerlo porque no consideran al bautismo como un mandamiento, o porque no reconocen que no hacerlo es desobediencia. Pero este acto es muy importante porque es una confesión pública de fe en nuestro Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo).
La disposición de humillarnos de esta manera, honra a Dios como el Señor de nuestra vida. El bautismo por inmersión simboliza también el poder transformador de la salvación: Somos “sepultados” para demostrar que hemos muerto a los viejos hábitos; y somos levantados del agua para demostrar que ahora andamos en novedad de vida (Romanos 6.4).
¿Ha obedecido usted el mandamiento del Señor de someterse al bautismo? Si no lo ha hecho, hable con su pastor y dispóngase a confesar públicamente su fe en el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
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