Si todos los días hacemos el bien, aunque solo sea a las personas con las cuales convivimos, trabajamos o nos pasan al lado, eso se puede multiplicar. Tal vez una anciana esté necesitando que alguien la lleve al supermercado, o quizá un niño requiera que alguien le dedique una hora de su tiempo para jugar o enseñarle algo; quizás una mujer o un hombre necesiten una frase alentadora, que les recuerde que ellos valen la pena y que, aunque las cosas les parezcan actualmente un poco difíciles, con el tiempo mejorarán....
Quizá debas acomodar en tu agenda un tiempo en el que te olvides de ti mismo, y compartas y seas útil para otros. Porque lo que en un momento das, en algún momento lo recibirás en forma de amor, fe, bendiciones, salud, vida. Podemos hacernos casi inmortales con el recuerdo de una persona a la que hayamos ayudado en un momento clave de su vida. Haz el bien y no mires a quien, no pienses en si se lo merece o no. Simplemente hazlo por tu conciencia y de corazón, porque en tu naturaleza has decidido ser una persona que sirva para algo a los demás.
No siempre es fácil, hay personas que parecen no merecer ni necesitar nada, pero a veces esos son los que tienen más carencias en sus vidas. Tal vez tu amigo o amiga, o un familiar cercano o lejano se encuentre apesadumbrado, sin ánimo ni esperanza. Quizás no tenga ni siquiera qué comer y por dignidad no haya pedido auxilio.
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