Tratamos de hacer regalos que sean significativos, pero no siempre tenemos éxito. Pero el regalo de Dios —su Hijo Jesucristo— es siempre el regalo perfecto para todo el mundo. Este regalo fue:
Enviado del cielo. El Señor Jesús fue enviado al mundo para cumplir el plan de Dios (Juan 6.38). Cada aspecto de su vida fue parte del regalo que el Padre celestial tiene para nosotros.
Necesario. Dios nos dio a su Hijo para salvarnos. El pecado arruinó al género humano (Romanos 3.23) y nos puso bajo la condenación divina (Romanos 5.18). Puesto que no fuimos capaces de pagar el precio debidamente exigido por Dios por nuestro pecado, nuestra mayor necesidad ha sido siempre, la de un Salvador que pudiera pagar nuestra deuda de pecado por nosotros (Romanos 6.23). Solamente el Señor Jesús estuvo cualificado para hacerlo, porque estaba libre de pecado. Se convirtió en nuestro Redentor al reconciliarnos con Dios (Romanos 5.10).
Sacrificado. Dios envió a Jesús a morir en nuestro lugar para que pudiéramos llegar a ser parte de su familia. El Hijo sacrificó voluntariamente su vida para llevar a cabo el plan del Padre.
Perfecto. Jesús fue Dios en carne humana, que caminó en medio de los hombres. Su carácter y su voluntad son impecables, y actúa de manera perfecta a favor nuestro (Romanos 8.28, 29).
Perfecto. Jesús fue Dios en carne humana, que caminó en medio de los hombres. Su carácter y su voluntad son impecables, y actúa de manera perfecta a favor nuestro (Romanos 8.28, 29).
Precioso. Jesucristo tiene el poder de hacer por nosotros, lo que no puede hacer ninguna cosa material u otra persona. En Él, llegamos a ser nuevas criaturas que pertenecemos a Dios (2 Corintios 5.17).
Dios envolvió en carne humana su regalo especial para que podamos conocerle e identificarnos con Él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario