Cuando los fariseos llevaron a la mujer sorprendida en adulterio ante Jesús y le preguntaron si debía ser apedreada, Jesús respondió, “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella.” (Juan 8:7) Esto no debe ser usado para indicar que Jesús rechazaba la pena capital en todos los casos. Jesús simplemente, estaba exponiendo la hipocresía de los fariseos. Los fariseos planeaban sorprender a Jesús, conculcando la ley del Antiguo Testamento…, de hecho, a ellos no les importaba demasiado que la mujer fuese apedreada (¿Dónde estuvo el hombre que también fue sorprendido en adulterio?) Fue Dios el que instituyó la pena capital: “El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada, porque a imagen de Dios es hecho el hombre.” (Génesis 9:6) Jesús apoyaba la pena capital en algunos casos, pero también mostró Su gracia cuando esta sentencia estaba a punto de ejecutarse (Juan 8:1-11). El apóstol Pablo definitivamente, reconoció el poder del gobierno para instituir la pena capital cuando fuera necesario (Romanos 13:1-5).
Así que, básicamente, estamos como al principio. Sí, Dios permite el castigo mediante la pena capital. Pero al mismo tiempo, Dios no siempre demanda la pena de muerte cuando es merecida. Entonces, ¿cuál debe ser la posición de los cristianos sobre la pena de muerte? Primeramente, debemos recordar que Dios instituyó la pena capital en Su Palabra; por lo tanto, sería presuntuoso pensar que nosotros podemos instituir un modelo mejor que el de Dios o ser más compasivos que Él. Dios tiene un estándar infinitamente más alto que cualquier ser, puesto que Él es perfecto. Este estándar de accionar es totalmente aplicable a nosotros. Por lo tanto, Él ama hasta un grado infinito, y Él tiene misericordia hasta un grado infinito. Y nosotros también vemos que Él tiene una ira santa en grado infinito, y que todo es mantenido dentro de un perfecto balance.
En segundo lugar, debemos reconocer que Dios le ha concedido al gobierno, la autoridad para determinar cuándo es meritoria la pena capital (Génesis 9:6; Romanos 13:1-7). Es anti-bíblico proclamar que Dios se opone a la pena de muerte en todas las circunstancias. Eso sí, los cristianos nunca deben alegrarse cuando la pena de muerte es ejercida, pero al mismo tiempo, no deben refutar el derecho del gobierno, de ejecutarla sobre los perpetradores de los crímenes más viles.
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