A un ex-jugador de fútbol, famoso, se le preguntó, qué le hubiera gustado que le dijeran al principio, cuando empezó a jugar al fútbol. Respondió, “Deseaba que alguien me dijera que cuando alcanzara la cumbre, no encontraría nada allí”. Muchas metas revelan su vacío después de que se han desperdiciado años y años en su búsqueda.
En nuestra humana sociedad, la gente persigue muchos propósitos creyendo que en ellos van a encontrar un verdadero significado, como éxito en los negocios, riquezas, buenas relaciones, sexo, entretenimiento, hacer el bien a otros, etc. Pero la gente ve que mientras alcanzan sus metas propuestas de riquezas, relaciones y placer, pobres pecadores de hedonismo, todavía sienten un profundo vacío interior, un sentimiento de vacío que nada lo parece llenar.
El autor del libro bíblico de Eclesiastés expone este sentimiento cuando dice, “¡Vanidad de vanidades! ¡Vanidad de vanidades! ¡Todo es vanidad!”. Este autor tenía riquezas más allá de la medición, sabiduría más que cualquier hombre de su tiempo o del nuestro, mujeres por centenares, palacios y jardines que eran la envidia de los reinos, la mejor comida y el mejor vino, y poseía todas las formas de entretenimiento posible. Hasta cierto punto, dijo que cualquier cosa que deseaba su corazón, él la buscaba y tenía. Y aún resumía diciendo, “la vida debajo del sol ¡es vanidad!” (La vida vivida con todo lo que podemos ver con nuestros ojos y experimentar con nuestros sentidos). ¿Por qué hay tal vacío? Porque Dios nos creó para algo más allá de lo que podemos experimentar en el aquí y ahora. Salomón dijo de Dios, “Él también ha puesto la eternidad en los corazones de los hombres…”. Somos conscientes de que en nuestros corazones, este “aquí y ahora” no es todo lo que hay.
En Génesis, el primer libro de la Biblia, encontramos que Dios creó a la humanidad a Su imagen (Génesis 1:26). Esto significa que somos más como Dios que como cualquier otro (que cualquier otra forma de vida). También encontramos que, antes de que la humanidad cayera en pecado y la maldición cayera sobre la tierra, las siguientes cosas fueron verdad: (1) Dios hizo al hombre una criatura social (Génesis 2:18-25); (2) Dios dio al hombre trabajo (Génesis 2:15); (3) Dios tuvo compañerismo con el hombre (Génesis 3:8): y (4) Dios dio al hombre dominio sobre la tierra (Génesis 1:26). ¿Cuál es la importancia de estos puntos? Para cada uno de ellos, Dios intentó añadir a nuestro cumplimiento, satisfacción en la vida; pero todo esto, especialmente el compañerismo del hombre con Dios, fue dañado por la caída del hombre en pecado y la maldición resultante sobre la tierra (Génesis 3).
En Apocalipsis, el último libro de la Biblia, al final de muchos otros eventos del fin de los tiempos, Dios revela que va a destruir esta tierra y cielo presentes como los conocemos, y conducirnos al estado eterno, al crear un nuevo cielo y una nueva tierra. En ese tiempo, va a restaurar por completo el compañerismo con la humanidad redimida. Algunos serán juzgados indignos y arrojados en el Lago de Fuego (Apocalipsis 20:11-15). Y la maldición del pecado será disipada; no habrá más pecado, aflicción, enfermedad, muerte, dolor, etc. (Apocalipsis 21:4). Y los creyentes heredarán todas las cosas; Dios habitará con ellos, y ellos serán Sus hijos (Apocalipsis 21:7). De este modo, llegamos a un círculo completo en el que Dios nos creó para tener compañerismo con Él, pero el hombre pecó, rompiendo ese compañerismo; luego Dios restaura ese compañerismo completamente, y en el estado eterno, con aquellos considerados dignos por Él. Entonces, ir por la vida solamente para morir separados de Dios por la eternidad, sería peor que vano, totalmente inútil. Pero Dios ha hecho un camino no solamente para hacer posible la dicha eterna (Lucas 23:43), sino también para que esta vida sea satisfactoria y valiosa. Entonces, ¿cómo se obtienen esa dicha eterna y este “cielo sobre la tierra”?
EL SENTIDO DE LA VIDA RESTITUIDO POR JESUCRISTO
Como vimos antes, el verdadero significado tanto ahora como en la eternidad, se encuentra en que se restaure la relación con Dios, perdida por la caída en el pecado de Adán y Eva. Esa buena relación con Dios es solamente posible a través de Su Hijo, Jesucristo (Hechos 4:12; Juan 14:6; Juan 1:12). La vida eterna se gana cuando uno cree en Jesús, se arrepiente de sus pecados (ya no quiere continuar en esto, sino que quiere que Cristo lo cambie y lo haga una nueva persona) y comienza a confiar en Jesucristo como Salvador.
Ahora bien, el significado de la vida no se encuentra solamente en tener a Jesús como Salvador, maravilloso de por sí. Mas bien, el verdadero significado de la vida se encuentra cuando uno comienza a seguir a Cristo como Su discípulo, aprendiendo de Él, pasando tiempo con Él en Su Palabra, la Biblia, comunicándose con Él en oración, y caminando con Él en obediencia a Sus mandatos. Si usted es un no creyente o tal vez un nuevo creyente, es probable que esté diciéndose, “¡Eso no suena muy gratificante o satisfactorio para mí!” Pero, por favor, solamente lea un poquito más. Jesús hizo las siguientes declaraciones:
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:28-30).
“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10b).
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:24-25).
“Deléitate asimismo en Jehová, y él te concederá las peticiones de tu corazón” (Salmos 37:4).
Lo que estos versículos están diciendo es que nosotros tenemos una elección. Podemos continuar buscando guiar nuestras propias vidas (con el resultado de llevar una vida vacía), o podemos escoger seguir a Dios y hacer Su voluntad para nuestras vidas, con todo nuestro corazón (lo que redundará en tener una vida vivida completa, teniendo satisfechos los deseos del corazón y encontrando contentamiento y satisfacción). Esto es así porque nuestro Creador nos ama y desea lo mejor para nosotros (no necesariamente la vida más fácil, sino la mayor satisfacción).
Veamos esta analogía: si usted es un aficionado a los deportes y decide asistir a un partido profesional, puede aflojar unos pocos euros y obtener un asiento alejado de la acción en las filas superiores del estadio, o puede soltar unos pocos cientos de euros y estar muy cerca de la acción. Pues en la vida Cristiana también es así. Observar la obra de Dios de primera mano no es para los cristianos domingueros. Ellos no han pagado el precio. Observar la obra de Dios de primera mano es para los discípulos incondicionales de Cristo, quienes verdaderamente han dejado sus propios deseos, de manera que pueden seguir los propósitos de Dios en la vida. ¡Ellos sí han pagado el precio (una completa rendición a Cristo y a Su voluntad); ellos están experimentando la vida en plenitud, y pueden encararse a ellos mismos, ¡y a su Hacedor sin lamentarse! ¿Ha pagado el precio? ¿Está dispuesto a hacerlo? Si es así, usted no va a anhelar sentido o propósito alguno para su vida nuevamente.
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