Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. Romanos 12:10.
No debemos permitir que nuestro yo y la humanidad nos absorban, mientras olvidamos las demandas de Dios. Él desea que seamos más bondadosos, más benignos y amables; menos criticadores y suspicaces. ¡Oh, si pudiéramos tener el espíritu de Cristo y saber cómo tratar a nuestros hermanos y vecinos! …
Cuando tratamos a nuestros hermanos, si no lo hacemos con bondad y cortesía, seguimos un proceder anticristiano. Debemos manifestar cortesía en el hogar, en la iglesia y en nuestro trato con todos los hombres. Especialmente, debemos manifestar connivencia, compasión y respeto por aquellos que están ofertando sus vidas por la causa de Dios… Cuando Jesús reina en nuestro corazón, hay dulce amor y somos tiernos e íntegros el uno para el otro…
No debemos dar ocasión a la crítica. Un momento de impaciencia, una simple respuesta áspera, la carencia de amabilidad y cortesía cristianas en algunas cosas pequeñas, pueden dar como resultado la pérdida de amigos, la pérdida de la influencia. Dios desea que nos presentemos lo mejor posible bajo todas las circunstancias: en Su presencia, tanto para aquellos que son subalternos, como en Su presencia para nuestros iguales y superiores. Debemos ser seguidores de Cristo en todo tiempo, procurando honrarlo, tratando de representarlo rectamente en todo momento…
Debemos tratar de vivir solo para su gloria y no para que los hombres nos alaben.
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