Viendo mis manos detenidamente,
al observar mis dedos me di cuenta de algo
que quizá para muchos sea una tontería.
Me comparé con un animal y pensé: "yo también tengo garras",
como las aves y cuadrúpedos, que tienen garras o pezuñas.
Aparentemente se ven fuertes, pero todas esconden cierta fragilidad.
Luego me dije: si pudiera quitar mi uña,... quedaría al aire una piel frágil, débil, que sangraría y se lastimaría con cualquier cosa que tocase mi dedo.
Y a la vez dije: si mis dedos no tuvieran uñas no podría rascarme la cabeza, espalda o cualquier parte de mi, "hay muchas cosas que puedo hacer con ellas". Y pensé: "la verdad es que mi persona es como un dedo sin uña", que si me la quitan quedo frágil, delicado y sangraría con cualquier toque, rasguño, con cualquier maltrato, ofendida con la mínima palabra.
Pero a la vez sonreí, porque Tú Señor,
eres como esas uñas que me protegen,
que me cubren, y me cuidan de no ser lastimada.
Tú Señor, eres mi protección, el que me defiende
de cualquier daño que no pueda soportar.
Te doy las gracias por amarme, cuidarme en todos los aspectos.
Me proteges en cada mínimo detalle y a veces somos tan ciegos,
que no lo podemos ver en nuestra propia persona.
Hiciste mi cuerpo frágil por dentro,
pero formaste un escudo para protegerme y cuidarme
de cualquier herida. Y esa protección, ese escudo, eres Tú Señor.
Tanto me amas, que me has dado tu Espíritu Santo
para que día a día me cubra y proteja. Gracias, Señor Jesús.
"...Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, Oh Jehová, roca mía, y redentor mío.... Salmos 19:14
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