martes, 12 de agosto de 2014

¿Conoces a Jesús?

Saulo fue un hombre que nació en Tarso, zona de la actualmente conocida como Turquía. En aquel entonces era una ciudad que pertenecía al Imperio Romano, pero cambió de nombre a Cilicia.
Este hombre nació en el seno de una familia hebrea de la tribu de Benjamín y al crecer, fue educado a los pies de un erudito de la época llamado Gamaliel. Con el tiempo seguiría los mismos pasos de su maestro, para convertirse en fariseo y en un judío de profundas convicciones, educado para servir y obedecer la Ley de Dios.
Para Saulo, la Palabra de Dios escrita era simplemente, el final a toda discusión, y quebrantar esta ley suponía estar en contra de Dios. Con ese tajante pensamiento empezó un ministerio (servicio a Dios) aunque, poco a poco, fue convirtiéndose en una persecución sangrienta contra todos los que creían algo distinto.
El libro de los Hechos de los apóstoles, en sus primeros capítulos, narra el primer contacto de Saulo con los seguidores de Jesús, a los que, sin considerar la condición y situación de cualquier hombre, mujer o niño, los metía a todos a la cárcel y, si le parecía bien, mandaba matar a algunos, como hizo con Esteban en la ciudad de Damasco.
Satisfecho por sus acciones, montó en un caballo y cabalgó erguido hacia Damasco, pensado que estaba haciendo lo correcto. Pero justo en el momento en el que creía que había llevado su ministerio al triunfo, una luz blanca y brillante que venía del cielo lo derribó y quedó ciego por tres días.
Saulo, conocido después de este suceso como Pablo, explica esta experiencia como una “visión” (1 Corintios 9:1), como una “aparición” de Jesucristo resucitado (1 Corintios 15:8), y como una “revelación” de Jesucristo y su Evangelio (Gálatas 1:12-16; 1 Corintios 2:10).
No fue sino hasta el encuentro personal que Pablo tuvo con Jesús, cuando logró interpretar correctamente la Palabra de Dios escrita en la ley, encontrar su propósito personal y comprender correctamente cómo funciona la Gracia de Dios.
Una vida de servicio a Dios siempre estará incompleta sin tener una relación con Él a través de su hijo, nuestro Señor Jesús.
Jeremías 9:23-24 “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.”

Dios quiere una relación personal contigo, ese es el propósito de la muerte de Jesús, que podamos conocer a nuestro Hacedor porque al final, leer su Palabra sin tener una relación personal con Él y sin tomar en cuenta su Gracia, convierte la Biblia en un libro lleno de reglas y conceptos que se cumplen por mera tradición y en consecuencia, se hace una religión.
Oseas 6:2-3 “En un momento nos devolverá la salud, nos levantará para vivir delante de él. ¡Esforcémonos por conocer al Señor! El Señor vendrá a nosotros, tan cierto como que sale el sol, tan cierto como que la lluvia riega la tierra en otoño y primavera.” Versión DHH.

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