viernes, 25 de julio de 2014

Viendo con el corazón

María fue una bondadosa maestra que solo quería amar mejor a sus estudiantes, niños con problemas emocionales. Pudo haber sido muy tolerante pero Danny agotaba su paciencia. Tiempo atrás hubiera sido más fácil amarlo, cuando prefería lastimarse él mismo antes que lastimar a otros. Y aunque Danny tenía solo siete años, realmente le dolía ser golpeada por él.
Durante bastante tiempo, Danny se retiraba a su "mundo" privado e intentaba golpear su cabeza contra la pared cada vez que se sentía incómodo. Pero ahora había ido progresando y, en vez de abstraerse, golpeaba a María.
-¿Progresando? -exclamó María-. No entiendo cómo es este progreso que le impulsa a dañarme.
-Danny fue víctima de abusos en su infancia en repetidas ocasiones, explicó el psicólogo de la escuela. Sólo ha conocido adultos que fueron mezquinos con él, o que simplemente, hicieron caso omiso a sus necesidades básicas.
No ha tenido en quien confiar. Nadie estuvo cercano a él; nadie que enjuagara sus lágrimas, que le preparase algún alimento cuando el hambre le azotaba. Padeció castigos sin motivo. Está progresando, ya que por primera vez en su vida, deposita la suficiente confianza en un adulto como para exteriorizar su ira antes que destruirse a sí mismo. María, usted es el adulto merecedor de su confianza.
Después de haber escuchado esta explicación, María, con lágrimas brotando de sus ojos, exclamó:
-¡Ya entiendo!, y mientras su comprensión iba aumentando como la luz de la aurora, su enfado se desvanecía.
Alguien escribió:  "Cuando el amor y la experiencia operan juntos, anticipan una obra cumbre".
Algunas veces parece que el progreso se evade de nosotros, pero Dios es fiel para continuar la buena obra que Él ha comenzado en cada una de nuestras vidas. Si abrimos los ojos del corazón, veremos Su mano obrando en nosotros.
1 Reyes 3:9
Da, pues, a tu siervo un corazón con entendimiento.

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