lunes, 14 de julio de 2014

Tan bueno que era - Reflexiones

Basta con morirse para ascender al máximo en la escala de valores. Al menos, en los velatorios no hay quien hable mal de los honorables huéspedes de la tierra.
El difunto pudo ser en vida, un consumado alcohólico, todo un habitante frecuente de las tabernas pero, ahora muerto, es un digno borracho. Ya nadie parece acordarse de aquellas sesenta billones de células, todas ebrias, que llegaban dando tumbos a casa; ahora ha muerto y... ¡qué bueno era!
De este efecto benévolo, posterior a toda muerte, habló Jesús cuando dijo: y si el grano de trigo no cae a tierra y muere, queda solo; pero, si muere, llevará mucho fruto. Entonces, muerte, en la expresión bíblica más precisa, es lo que le ocurre a la persona que se rinde totalmente a Dios y a su voluntad. "Con Cristo estoy juntamente crucificado y ya no vivo yo" "Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús".
No hay nada que se resista a morir. Solo muerto, el grano traerá fruto. No sirve aparentar la muerte. Nadie dirá nada bueno de una semilla que solo quedó juntada a la tierra, en su superficie, ya que debe hacer su viaje al fondo con todo el cuerpo y así, dará de qué hablar.
El creyente en Cristo está llamado a morir. Lamentablemente, algunos andan por ahí como si no estuvieran ni vivos ni muertos. Son como cadáveres vivientes que se hubieran arrepentido ya de su muerte.
La familia, amigos, vecinos e iglesia, están esperando recoger de ellos algún fruto espiritual, decir lo bueno que fue vivir, compartir, trabajar con ellos; pero, no hay fruto.
Sin morir somos nuestra propia criatura detenida. Muriendo somos una nueva criatura. 2ª Corintios. 5:17.
Por otro lado, quienes han instalado su residencia bajo tierra, son los seres más inesperadamente tranquilos, entregados por entero al reposo, imperturbables. En vida, no se les podía pisar nada, pero ahora, se puede caminar sobre ellos, y siguen cultivando su fructífera humildad, una decencia y honradez elementales, señal de que están muertos; esa es la respuesta de un muerto.
Solo en Hollywood los muertos salen a hacer maldad, a comportarse como vivos.
Estar muertos desde este punto de vista, es carecer de vida en nuestras relaciones con el pecado y el mundo. Es reflejar la vida de Cristo en nosotros. Es reposar en Dios y no responder a los agravios ni tomar venganza. Es mostrar quietud, tranquilidad y dominio en los momentos de adversidad. Es portarse como todo un difunto, como una semilla que para vivir a plenitud, debe saber morir.
Si los hacía morir, entonces buscaban a Dios; Entonces se volvían solícitos en busca suya. Salmo 78:34.
Un tiempo para nacer, y un tiempo para morir; un tiempo para plantar, y un tiempo para cosechar. Eclesiastés 3:2.

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