martes, 22 de julio de 2014

Sacerdocio del Cristiano

El sacerdote de Dios por los méritos dados por el gran sumo sacerdote Cristo, tiene un gran llamado en este siglo 21 en el que estamos viviendo.
La Iglesia está formada por personas transformadas por el sacrifico expiatorio de Jesús. Y sabemos que Cristo pagó un gran precio que ningún ser humano podrá pagar. Pero hay algo que como Iglesia, Jesús nos encomendó la gran comisión de predicar las buenas nuevas de salvación.
En el libro de Hebreos 5:7 y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y suplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente
Todos sabemos que Cristo se humilló hasta la muerte y muerte de cruz, pero hay algo que el libro de los Hebreos recalca y son sus lágrimas. Dios en su palabra, nos habla de la humillación, pero una cosa es leerlo y muy diferente sentirlo en obra en nuestro corazón. 
El capitulo 2 versículo 17 de Joel: “…entre la entrada y el altar lloren los sacerdotes ministros de Jehová…” 
Joel 2:12 “… por eso pues, ahora, dice Jehová, convertíos a mí con todo vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento…”
Sabemos la situación que se vivía en el tiempo del profeta Joel, donde las plagas, la langosta y la oruga de la vid habían arrasado los campos. Somos templos del dios viviente, vemos la situación en que vive nuestra nación y el mundo. 
Vivimos un gran número de penurias en el mundo, pero también vemos el afligir de las madres y familias que sufren el dolor de la falta de valores en el hogar. 
Tenemos que ejercer el sacerdocio de derramar lágrimas en el altar del corazón, orar por una disposición de nuestro corazón. Como Iglesia, no nos consideremos profetas, sino siervos de Jesús al servicio de los necesitados, somos llamados a servir al prójimo, pero hay algo que se nos ha olvidado en el camino y son las lágrimas: Dios requiere que nos humillemos como pueblo, muchos lo hacen, pero el Salmo 126 nos dice que los que sembraron con lágrimas de regocijo segarán la preciosa semilla, irán andando y llorando, pero al final vendrán con regocijo trayendo las gavillas. Jesús lo hizo, con gran sudor y lagrimas él paso su Getsemaní, y nosotros como su Iglesia, tenemos que pasar por las pisadas del maestro. 
El precio que pagó nunca lo podremos pagar, pero sí podemos derramar las lágrimas por los perdidos, desamparados, por los que tienen necesidad de Dios en el corazón. El sacerdocio del cristiano debemos ejercerlo conforme al servir al maestro Jesús y a nuestro prójimo; eso es el evangelio, servir, dar, y amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Dios es bueno y para siempre es su misericordia.

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