No subestime nunca la importancia de la alabanza. Es una de las armas espirituales más poderosas que usted tiene. La alabanza es más que un canto agradable o unas palabras de elogio a Dios. La alabanza nos lleva a la misma presencia de Dios. Y cuando la presencia de Dios entra en escena, los enemigos son echados fuera. La enfermedad y la dolencia no pueden permanecer en su cuerpo. La pobreza no puede permanecer en su casa. Incluso el cansancio físico tiene que huir cuando se enfrenta con el gozo de la verdadera alabanza.
Yo lo sé por experiencia. Hace años, cuando comencé a ministrar, tuve una verdadera batalla con el agotamiento. Ministraba e imponía mis manos sobre los enfermos durante tantas horas que, cuando terminaba, me sentía físicamente débil hasta para concluir totalmente el culto. Entonces, en una reunión, descubrí el poder de la alabanza.
Acababa de orar por aquellos que estaban en la fila de oración, y como de costumbre, estaba exhausto. Pero en vez de descansar, el Espíritu del Señor me dio a conocer que lo que necesitaba verdaderamente, era regocijarme en Él. Así lo hice. Comencé a alabar al Señor con todo mi corazón, mente y cuerpo. ¿Qué sucedió? El cansancio se fue y fui investido de poder con la presencia de Dios.
La próxima vez que el diablo trate de ahogar su eficacia y menguar su fortaleza, la riqueza y la victoria que son suyas en Jesús, rechácelo con esta poderosa arma. Levante sus manos, su voz y todo su corazón, y alabe a Dios.
Salmo 9:1-3 - Te alabaré, Jehová, con todo mi corazón. Contaré todas tus maravillas. Me alegraré y me regocijaré en ti; cantaré a tu nombre, Altísimo. Mis enemigos se volvieron atrás; cayeron y perecieron delante de ti.
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